Por Jorge Alberto Velásquez Peláez
Se marcharon unos, como se marchan quienes cumplen su ciclo de vida, sin sorpresas, dejando por herencia el normal dolor que queda por su ausencia entre amores más cercanos, quienes después se marcharán de igual manera.
Pero se marcharon otros cuya desaparición parecía no estar agendada, otros, que, compartiendo el temor de todos, se cuidaban de no ser víctimas de la nueva hoz de la muerte, de esa que sega la cosecha de la pandemia.
Se marcharon amigos y familiares míos, se marcharon amigos y familiares de mis amigos, y mis pesares se sumaron a los de todos y ahora son compartidos, más que cuando la muerte llegaba de más callada manera; hoy, acecha y ataca, sin que sea necesaria una enfermedad mortal, el indetenible cansancio de un corazón, la violencia de un ejecutor, o el infortunio de un accidente. Solo requiere que respiremos.
Conservamos sueños e ilusiones, pero con desasosiego por el tiempo, por los días que el dios Crono nos permitirá vivir para hacerlos realidad.
Más historias
¿Quién puede convocar la Convención del Partido Liberal Colombiano?
Crónica # 869 del maestro Gardeazábal: se podía y se debía
Crónica # 868 del maestro Gardeazabal: lo difícil que es renunciar