28 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Se embolsillan millonadas y se burlan del pueblo

Claudia Posada

Por Claudia Posada (foto)

Nuestro país es increíblemente audaz, la intrepidez de los ciudadanos buenos -que los hay en todos los estratos y en todos los escenarios posibles- son los artífices verdaderos, de una Colombia invencible a pesar de las heridas que permanentemente y desde años atrás, le infringen. Tal vez somos únicos en el mundo capaces de seguir cultivando el campo, así la clase política lo ponga en las prioridades de sus discursos mas no en su real gestión; seguimos alimentando esperanzas, aunque los negacionistas quieran llenarnos de miedo paralizante; nos levantamos después de las más largas noches de hambre e incertidumbre, para hacerle el quite a desplazamientos infames; por momentos nos tragamos las mentiras de algunos medios y falsos líderes, pero reaccionamos a tiempo para seguir adelante. Sabemos de dónde salen los fantasmas y por eso nos hemos vuelto refractarios a ciertas circunstancias.

Pero no hay paraíso sin tentaciones. El Congreso colombiano tiene como misión principal “promulgar, modificar o derogar las leyes: el instrumento más importante de regulación social y eje del Estado de Derecho”, esto, sencillamente, cuando se les antoja lo desconocen.  Lo mismo hacen en las otras ramas del poder público, pasar por alto, intencionalmente, asuntos de su competencia. Y para rematar, algunos funcionarios enquistados en las instituciones que deberían gozar de toda credibilidad, genuflexos ante las clases dominantes, traicionan sus deberes para con la sociedad. Colombia es increíblemente audaz porque se sobrepone a los males que no se han podido erradicar pues la corrupción con sus perversidades lo impide. Tenemos deshonestidad, narcotráfico, guerrilla, bandas criminales, paramilitarismo, incompetencia estatal, indisciplina ciudadana, y poca voluntad política para buscar el bienestar colectivo.

Prueba de lo anterior son los escándalos que saltan a la opinión pública y que no dan tregua para terminar de asimilar el último cuando aparecen más; son tantos y tan graves que frenan asuntos fundamentales como gestionar eficazmente en cuanto a la razón de ser de cada una de las entidades gubernamentales, de las corporaciones, en la justicia y los entes de control. Además, si en la conducción de país, todos los comprometidos -desde las tres ramas del poder público y en todas sus instancias- caminaran firmes conforme a sus responsabilidades, no habría semejante desequilibrio social. Si por parte de la dirigencia en el sector privado hubiera mayor solidaridad, menos ambiciones y más desprendimiento, el país todo podría marchar en armonía con la paz deseada. ¡Cómo podría ser de grandiosa Colombia si se lograra pacificarla!  Nacimos en la Colombia de las violencias y vamos a morir entre las mismas y nuevas violencias.

Cuánto quisiéramos que se pudiera seguir trabajando en la mitigación de los contaminantes ambientales y reducción de factores causantes de gases efecto invernadero (GEI); que se pusiera mayor y decidido empeño en las causas de deforestación y en el valor de la Amazonia; asumir la importancia de inculcar y practicar la cultura de la ganadería (para evitar la extensiva o de pastoreo dados sus graves inconvenientes ambientales y sociales); hacer exploración y explotación minera en el marco de la legalidad y en armonía plena con la Naturaleza; hablar de transición energética sin tanto ruido y con tan poca autoridad en el tema. ¡Y con los asuntos sociales sí que tenemos enorme deuda!

Es muy difícil entender (sin llamarlo sinvergüencería) que, por ejemplo, cuando están tramitándose en el Congreso las reformas sociales, se presenten hechos absolutamente criticables, como la estrategia de ausentarse justamente a la hora de requerirse, con el fin de impedir que haya cuórum; es decir, sacarle el cuerpo al debate argumentativo y así enredar lo que oportunamente debería hacerse si se fuera fiel a las obligaciones para con la misión que arriba señalamos.  Esa es nuestra clase política, por eso no esperemos más, sus maniobras, sus acciones, hablan por ellos. Colombia es grandiosa y audaz por su gente buena, resiliente, emprendedora; por los colombianos capaces de ser honrados en su trabajo sea cual sea, por las familias decentes capaces de vivir con el mínimo o menos; a diferencia de tantos que ganan millonadas y se las embolsillan sin cumplir con lo que prometieron, burlándose de lo que es su obligación para con el pueblo.