27 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Riosucio: El diablo haciendo hostias

Por Orlando Arenas Tamayo 

Email: orlaren46@hotmail.com 

“Quisiera ser el diablo, salir de los infiernos…”  canta la comparsa Riosuceña. En cualquier parte del mundo la expresión hiperbólica del título provoca una santiguada de beatas escandalizadas menos en Riosucio, la hermosa tierra Caldense, en la que bullen diferentes expresiones raciales y culturales que la hacen única en su género lo que tal vez se refleja  en que es un pueblo alegre y laborioso a la vez, que se da el lujo  de tener dos parques a cien metros uno de otro, que reciben a sus gentes cada fin de semana, adultos abajo y los jóvenes en el de arriba, disfrutando la noche pese al clima templado y durmiendo de día, no faltando quien afirme  que tal tipo de costumbre  es cosa de locos  y no de diablos, los que por cierto comparten día a día con los lugareños, en especial  en las épocas de carnaval, enero y cada dos años, cuando  eclosiona el espíritu, hierve la sangre y el diablo preside todos los actos carnestoléndicos de la tierra de Morales Benites. 

El carnaval es preciosa muestra de variedad cultural, es fiesta del retorno de nativos procedentes de todas las latitudes con comparsas y expresiones musicales y coreográficas de toda Colombia que se concentran durante cinco días para recordar el sabor de la tierruca, abandonada años atrás, cuando alzaron el vuelo en busca de mejores horizontes atendiendo el mandato de su sangre paisa. 

Luces y brillos de Pekín, Donde los besos anclan, Luces en la infernal montaña, Destellos del dios sol, Los escuderos de gea, Calidoscopio, son algunos de los nombres de estas cuadrillas que deleitan a propios y extraños con nuestros sones en brillantes parodias de carnaval, ese extraño milagro de los pueblos que les permite reír de sus desgracias, desafiar al destino y magnificar la rutina diaria de la vida, la muerte y el trabajo.  

Satanás, Quisiera ser el diablo, Cachipay, Guaneña, El aguardientero, La millonaria, La múcura, Échele candela al monte, entre otros centenares de ritmos, presiden estas fiestas que son como el reinado del diablo y su mujer, con los que todos quieren tomarse una foto para el recuerdo. 

El diablo más bueno del mundo es el del carnaval de esta tierra, dividida por los hombres hasta la historia del pacto, cuando a principios del siglo XIX los curas sentenciaron la unión y mandaron al diablo a los divisionistas. El Diablo atendió la invitación y amenazó con llevar a sus pailas a los disidentes, consolidándose así el pueblo y sus actuales manifestaciones culturales en torno al cerro tutelar del Ingrumá, que ha visto como su pueblo es poesía, teatro y música para la vida. Su carnaval es una reminiscencia de la fusión entre lo criollo y lo indígena cuando las expresiones culturales de “Quiebra lomo”, con ancestro español, comienzan a repensarse unidas a las expresiones nativas de la indiada pueblerina. 

Solamente en Riosucio, y cuando va expirando el carnaval, es posible escuchar su despedida como una sentencia de su pueblo:  Que Dios los bendiga y el Diablo los proteja y es verdad porque en dicha población el diablo anda haciendo hostias.