28 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Reconociéndonos de nuevo, de nuevo saludándonos

Descripción: escritor

Por Darío Ruiz Gómez 

A fuerza de tanta estupidez como la que diariamente nos regala el gobierno, de tanto desatino por parte de funcionarios y funcionarias oficiales cuya demostración de mínimos índices de conocimiento para ejercer su puesto, no ha dejado de fastidiarnos hasta llevarnos a elegir conscientemente que lo mejor es que nuestra vida continúe con sus contenidos habituales, olvidándonos de estos esperpénticos personajes de sainete, de la masacre que han hecho unos y otros de la función pública.

Es la reconfortante impresión que siento cuando he regresado a los espacios públicos que el coronavirus nos había robado y me encuentro que la peste con su brutal aislamiento colectivo no pudo doblegarnos como se pensaría que haría.

Nunca fuimos sumisos y en este intervalo aprendimos a conocernos como seres capaces de dialogar desde un silencio desde el cual volvimos a escuchar las voces de nuestros parientes, de aquellos compañeros de colegio cuya común experiencia en los grandes temas de la existencia, marcó para siempre la ética de la amistad y hemos comenzado a llamarlos para tener en vida a quienes se fueron para siempre.

Pero la foto de la promoción del colegio donde estamos juntos al terminar bachillerato se impone como un presente que nada ni nadie puede erosionar. Porque si algo descubrimos después del aislamiento es que la confianza de volver a vernos ha sido más contundente frente a la Historia, frente a la política, ya que como la vida es sagrada lo humano ha salido triunfante.

Y las astracanadas de los asesinos y corruptos nada pueden frente a la insobornable firmeza que supone el habernos recuperado como una gran comunidad humana y que ya por lo tanto nada nos impedirá salir con la familia por las carreteras, ni nadie impedirá que las mujeres de edad se hayan apoderado de las ciudades y el nombre de los asesinos y de quienes los propician ya los tengamos con nombres y direcciones.

Ante la mentira utilizada como estrategia de poder político, paradójicamente y afortunadamente lo primero que se ha resquebrajado para siempre es el edificio de la retórica de los poderes, de esos falsos medios de comunicación y al volver a sentirnos dentro de una comunidad hemos vuelto a crear los lenguajes secretos de los perseguidos que desde las catacumbas crean signos y símbolos imposibles de entender para los policías del lenguaje.

La lengua de quienes hoy están comprobando que los territorios no están ya ubicados en un punto preciso sino que van desplazándose con nosotros, tal como va con nosotros la casa en que primos y primas crecieron y se han mantenido desplazándose para que esta imagen de nuestra tradición no sea convertida en propiedad privada.

El país que está permanentemente escapando a sus captores, el pueblo que era necesario crear desde nuestras  esperanzas y desde la confianza en la primacía de nuestros afectos como una patria real pero no como un territorio que se pone en alquiler. 

¿Qué ha significado hasta aquí llamarnos colombianos? Un big data a comodidad para que los verdugos nos ubiquen. Pero este país oficial, centralista, abstracto, de burócratas feos y de feos asesinos es el que se ha venido abajo cuando se ha muerto nuestra confianza en sus falsas promesas de mejores días de prosperidad.

La felicidad es un anhelo imposible de cuantificar o de legislar como derecho inalienable de cada ser humano ya que es ese súbito estallido de una luz que nos ha permitido volver a reconocernos en los otros, a saludarnos, a mirar a Dios.

PD: Estaré dos semanas de vacaciones. Buen año.