27 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La profunda tristeza de decirle adiós a un amigo del alma 

Juan Carlos Correa

Juan Carlos Correa era un primo de sangre. Aunque era más un amigo del alma.  

Por decisiones que irrumpen en nuestras vidas, y sobre las cuales no tenemos influencia alguna, tuvo que orillar su carro al borde de una vía en el oriente, bajando de Rionegro, prendió las luces estaconarias y se quedó dormido para siempre con el celular en su mano derecha. Tal vez para hacerle la que no pudo ser su última llamada a su querida esposa María Yomaira… 

El vacío que dejó Juan Carlos cada día se siente más. Era un hombre alegre que compartía minuto a minuto su sonrisa. Nos sentábamos tardes enteras a recontar casi las mismas anécdotas, que redondeaba con una sonora carcajada que se escuchaba 20 metros a la redonda. Sobre todo, cuando recordaba que su papá Leonel me amenazaba con frecuencia, yo de niño, llevarme de paseo a Palmira, promesa que nunca cumplió. Y recuerdo que no perdonábamos las mejores canciones de los clásicos del despecho sin areticos, Darío Gómez, el Charrito Negro o Luis Alberto Posada, hasta verle el fondo a la tercera media de guaro. 

Con Juan Carlos podía haber diferencias de criterios, pero jamás de afectos, porque él sabía que el cariño en la amistad estaba por encima de todo. 

Inseparable de María Yomara su esposa, a quien le decía con mucho afecto “la mona”. Siempre se les veía juntos, les encantaba pueblear los fines de semana, y se deshacía en atenciones con ella. Por eso ella afirma son los ojos llorosos: “Ha sido muy triste, Juan Carlos dejó un vacío muy grande”.  

Juan Carlos era un ser humano excelente, buen amigo, sencillo, de un trato afectuoso con todo mundo y tenía un imán especial para rodearse de gente buena. Esposo admirable, buen hijo a toda prueba y hermano admirable. 

Lo más doloroso de esta noticia, es que me enteré siete meses después de su partida. Sin motivo y sin razón nos fuimos alejando, nos perdimos en la distancia y nos quedamos sin los contactos. Cuando María Yomaira me logró ubicar para darme este golpe tan duro, del infarto fulminante que acabó con su vida, su voz se resquebrajó en mil pedazos, y nos confundimos en un silencio interminable…  

Para mí es como si se hubiera ido ayer. No he podido entender por qué se va una persona como Juan Carlos y por qué nos escondimos en el silencio. Siento mucha tristeza de habernos alejado o de haberme alejado…. 

Ahora me doy cuenta la falta que hace un verdadero amigo cuando se va y el vacío que se siente en el alma de una persona que estaba por encima del bien y del mal. Estaba en su mejor momento de salud, pleno de vida, y de éxito en sus negocios. 

María Yomara, su querida esposa, debe sentirse orgullosa de haber tenido a su lado a un hombre íntegro y decente que hizo de ella siempre su mejor compañía. Y que ella siempre fue el motivo de su sonrisa permanente y de su sonora carcajada, porque lo hacía un hombre feliz. 

Siento mucho dolor por la partida de Juan Carlos. Ahora recuerdo más que nunca su fraternal saludo: “Que más primo, nos vamos a tomar uno…” 

Sí primo, nos tenemos que ver…  

Que Dios lo tenga de su lado. Se lo merece.