26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Entregar o salvar la democracia 

Dario Ruiz

Por Darío Ruiz Gómez 

Las turbas desafiantes de seguidores de la Alianza Nacional Popular (Anapo) estaban seguras de su triunfo electoral en 1970 y exigían con violencia la entrega inmediata de esos resultados esperando así conquistar el poder.  

El presidente Lleras Restrepo decretó el toque de queda en todo el país y al día siguiente declaró como ganador de las elecciones a la Presidencia de Colombia al Dr Misael Pastrana Borrero. Punto.  

Como reacción al hecho de lo que los dirigentes de la Anapo consideraron como un robo a las “masas populares” nació el movimiento guerrillero M19 una guerrilla de la derecha populista que en principio iba a combatir a las FARC, pero también al “empresariado burgués”.  

No voy a volver a describir las peripecias de este grupo ni sus formas de violencia ya que después de la firma de la Paz con el gobierno de Virgilio Barco la mayoría de sus jefes y militantes se acogió a las normas establecidas por la democracia bajo cuyos beneficios han envejecido, o, han muerto.  

El caso de Petro es diferente ya que su adoptada nueva imagen de revolucionario bajo la égida de Chávez y ahora Maduro, es, como lo está comprobando cualquier cronista político, declaradamente antidemocrática. Un ejemplo: historiadores como el emérito Richard Piper han desmontado la falsa leyenda acerca de la llamada revolución de Octubre -“marchas heroicas”, “asaltos de los oprimidos”- al demostrar que Lenin, Stalin, los sóviets se rebelaron en realidad contra Kerensky, un Presidente títere, mediante un golpe sangriento a partir del cual se desataría la mayor demostración de terror y violencia que haya padecido la humanidad.  

En la historia de las Ciencias Políticas Kerensky ha pasado a convertirse en el prototipo de la figura de esos políticos títeres utilizados por el comunismo para luego dar paso a las dictaduras del terror.  

¿No fue esto lo que aconteció en Cuba, en Nicaragua, en Venezuela donde ingenuamente se entregó el poder a los totalitaristas bajo el estúpido argumento de que “ustedes han ganado las elecciones”?  

Tuvo razón Carlos Lleras Restrepo en defender la democracia y no entregarla a los desafueros de la plebe ¿Cuántas mesas de votación habían sido quemadas?, ¿cuántos votos comprados?, ¿cuántos campesinos desplazados?  

La democracia, recuerda Borges, no es un problema de estadística sino una conquista de la civilización lograda a través de la noción de Demos o sea de un espacio público  donde todos participan en igualdad  de condiciones y no se impone el dogma de unas minorías que pretenden convencernos de que ellos son “la voz de los que no tienen voz”. Me refiero a la cobardía de algunos políticos e intelectuales a la cual aluden Ortega, Hayek, Tony Judt, Revol, Ovejero, Enrique Krauze, que a la hora de salir a defender la democracia amenazada por lobos vestidos con piel de cordero se hacen los despistados, tal como sucede hoy en Colombia donde los avances y conquistas de la democracia son cada vez más limitados, en tanto crece la fragmentación social en manos de un agresivo multiculturalismo. 

“Lo triste es un indecente con poder. Esto es lo que tenemos que evitar”, nos recuerda el gran Emilio Lledó. En el vacío de valores que caracteriza hoy a todas las llamadas juventudes en Colombia, la debilidad de caer en el totalitarismo es más que manifiesta cuando a la política que parte de los hechos se la sustituye por el simulacro populista, cuando al amor por la libertad se lo sustituye  por un emocionalismo redentorista, cuando a la crisis real se la sustituye por el sofocamiento de las conciencias  y de las responsabilidades personales.  

¿Qué hacer ante los huesos del mamut de los Partidos tradicionales y con su burocracia ciega y muda para sacarlos de la indolencia y llevarlos a defender nuestras conquistas democráticas?  

No podemos entregar nuestras últimas libertades a quiénes procederán de inmediato a liquidarlas.