26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Crónica # 606 del maestro Gardeazábal: mi personaje inolvidable

Los amigos de Don Lucio Michaelis creíamos a pie juntillas que era inmortal porque había sabido conservarse en alcohol. Nos contaba, con una gracia infinita, que desde cuando se pegó la primera borrachera siendo un adolescente díscolo a quien mandaron al internado de los jesuitas en Bogotá, continuó bebiendo fino durante casi todos los días de  76 años de los 91 que alcanzó a vivir.

Había heredado de su padre, un curtido capitán de los ejércitos de artillería del Kayser, no solo su capacidad para ingerir licor saboreándolo y distinguiéndolo mientras lo evaluaba, sino una habilidad para guardar ordenadamente en sus archivos todo lo que hacía y en su prodigiosa memoria episodios verdaderamente incunables.

Acompañado por la fortuna que su padre amasó en la ya desaparecida Ferretería Electra, y por el rendimiento que él y su hermano mayor le dieron a la empresa durante más de medio siglo, Don Lucio se volvió un sibarita, al más refinado estilo decimonónico.

Acolitado por la siempre fuerte y siempre constante compañía de su esposa durante 65 años, fue a la Opera en Nueva York y en Paris. Se alojó en el Ritz y se bañó en Capri. Su casa de la loma alta de Santa Mónica sirvió para exquisitos y generosos banquetes y francachelas por las que pasaron actores y testigos de la vida caleña.

Ingenioso para rehacer historias y relatos, era un novelista consumado que sin embargo no escribió ficción alguna, pero las narraba verbalmente con la solvencia y el estilo de sus kilométricas lecturas.

Sapiente en arte y literatura, tuvo colecciones maravillosas de pinturas coloniales y una biblioteca gigante y majestuosa, especializada en su secreta afición por Hitler a donde llegó por reacción afectiva cuando por orden del gobierno de López Pumarejo ,él, sus padres y sus hermanos fueron obligados a vivir en uno de los dos campos de concentración para alemanes que montaron en 1944 en Colombia.

maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal

Me hará mucha falta su sabiduría y su inacabable anecdotario y debe hacerle un muy inmenso vacío a su esposa de toda la vida y a las hijas que tanto amó.