26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Crónica # 503 del maestro Gardeazábal: los garosos 


@eljodario 

El gobierno de Jorge Iván Ospina en la alcaldía de Cali tambalea. Desde hace varias semanas lo que era un rumor se volvió una confirmación.  

La sinvergüencería que se apoderó de las estructuras burocráticas en todo el país para poder cumplir a rajatabla las especificaciones de las cooperativas de contratistas, todavía mal llamadas partidos políticos, dizque se había apoderado de Cali.  

La protección de que solo gozan los rezados por el Gran Babaloo y que había desviado la atención mediática hacia otros confines, desapareció como por encanto.  

Los estruendosos contratos adjudicados a dedo por la fórmula mágica que permitió que las Empresas Municipales contrataran en reemplazo de la municipalidad llevó que hasta las licitaciones públicas comenzaran a perder la protección de los santeros. 

Fue entonces cuando Cali se dio cuenta que el gobierno de Ospina no era tan malo como lo calificaban sino una gran catedral de la corrupción. Las sombras oscuras de los dos mandamases de la administración, ejercida con tino y picardías desde una oficina de Chipichape, contagió a los concejales recargados de prebendas a cambio de dejar hacer, dejar pasar.  

Las pequeñas repúblicas independientes de quienes permitían o no las obras civiles se fueron creciendo y como la ambición desbordada se vuelve garosidad, los réditos de esas triquiñuelas fueron descubiertas de la noche a la mañana por sindicalistas asombrados de las mismas Empresas Municipales y hechas eco por los equipos investigativos y periodísticos de Julio Sánchez en la W.  

Entonces fue Troya y como resultó todo tan obvio y tan grotesco, el escándalo derrumbó los blindajes que el babaloo había construido para defender a sus rezados. El gerente de Empresas Municipales ha sido el primero en caer. Los miembros de la Junta Directiva serán, por acción u omisión, los próximos en quedar atrapados en las redes de pesca que Contraloría de la República y Fiscalía de la Nación han extendido ante la magnitud del despropósito.  

Pero ahí no termina todo. Convencida Cali que Ospina dirige un gobierno cada vez más garoso y más alejado de la línea moral que antaño llegó a poseer, el grito pidiendo la renuncia del alcalde comienza a oírse más que los alaridos de quienes todavía le defienden. 

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal. 

Todo parecería consumado. La vergüenza y la angustia han invadido el rostro del alcalde Ospina. Es el derrumbe.