26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Contracorriente: Hace veinte años …  

Ramon Elejalde

Por Ramón Elejalde Arbeláez 

Los periodistas Jorge Carvalho, César Pérez Berrío y Fernando Vera Ángel, todos por entonces con programas noticiosos en la cadena radial Todelar, se idearon, hace varias décadas, una tertulia que se inició en una cafetería contigua a las radiodifusoras citadas.  

Por muchos años los periodistas, políticos, opinadores y funcionarios públicos nos reuníamos los días lunes y viernes de todos los años, excepto los correspondientes a la Semana Mayor y a los últimos días del mes de diciembre y primeros del mes de enero de cada año, por obvias razones. Cualquier día el cafetín Maxis cerró sus puertas y nos trasladamos con nuestra tertulia a un lugar cercano llamado Cafetería San Joaquín, diagonal al templo del mismo nombre, a unos cien metros de la famosa carrera 70 de Medellín y a ciento cincuenta metros de la calle San Juan, es decir, un lugar muy céntrico de la ciudad.  

El veintitrés de julio de 2002, hoy hace veinte años, los contertulios comenzamos a llegar al lugar cerca de las ocho de la mañana, que era la hora habitual. El sol era sumamente fuerte y yo, que siempre me ubicaba en las sillas cercanas a la puerta de ingreso de la cafetería, opté por hacerme en la parte de adentro del establecimiento. Sobre la puerta se sentaron Hildebrando Giraldo Parra, prestante dirigente liberal; Fabio Estrada Chica, concejal de Medellín y Hernán González Barreto, reconocido contador público. Los demás, Alberto Rendón Cuartas, César Pérez Berrío, Jorge Carvalho, Fernando Vera Ángel, Hernán Rada Calderón, José Obdulio Gaviria Vélez, Antonio Saúl Cardona Castrillón y el suscrito, además de otros amigos y visitantes quedamos en el interior de la cafetería. Desde que Hildebrando Giraldo tomó asiento comenzó a invitarme a que me hiciera al lado de ellos, en la puerta de acceso. Por la fortaleza del sol siempre me negué a cambiar de lugar. Los asistentes César Pérez, José Obdulio Gaviria y Antonio Cardona, por compromisos que tenían se retiraron del lugar, cuando escasamente llevaba media hora la sesión. 

Sobre las 8:50 a.m., un hombre, con aspecto andrajoso y mal presentado, dejó sobre la acera de la cafetería y a la espalda de Hildebrando Giraldo, un costal de fique que contenía algo. Alguno de los presentes alcanzó a decir: “Mira lo que dejó en la acera ese señor”. Todos miramos y allí fue: Estallaron diez kilos de explosivos. Yo, personalmente, perdí el sentido y desperté cuando el odontólogo Elkin García Castrillón, que vivía cerca del lugar de los acontecimientos, me ayudaba a incorporarme. Todo era una nube de polvo y olor penetrante a pólvora y quemado. El lugar quedó semidestruido. Traté de recoger unos documentos que al momento del estallido tenía sobre mis piernas y mi teléfono celular. Miré a mis vecinos a ver a quiénes podía ayudar y solamente permanecía sobre el piso, en mal estado, Hildebrando Giraldo, Fabio Estrada y Hernán González. Todos estaban ya siendo socorridos por vecinos y fuerza pública. Mi camisa y mi pantalón estaba totalmente destruido, parecían cortados en flecos. Elkin García trató de acompañarme a coger un taxi que me llevara a la casa y me le solté como pude, diciéndole que se regresara a ayudar a socorrer a los que quedaban. El odontólogo, sin aceptarlo de buena gana, me dejó y regresó al lugar de los hechos, que ya estaba cercado por una multitud de curiosos, vecinos y autoridades.  

Por la fractura de dos de mis dedos de la mano izquierda, fui trasladado al Hospital General, donde conocimos de la gravedad de la salud de Hildebrando Giraldo, quien falleció ese mismo día, de Fabio Estrada y de Hernán González, sobrevivientes de tamaño despropósito.  

En los días posteriores muchas fueron las noches de insomnio, especialmente con el solo pensar en lo que hubiera sucedido si el inmenso cilindro de gas que tenía la cafetería estalla ese día. Milagrosamente permaneció incólume.  

Muy triste la muerte de un amigo como Hildebrando, gran señor y recto dirigente político. Ese episodio le fue adjudicado al ELN y uno de sus autores pagó varios años de cárcel por semejante acto demencial.  

Por varios años la tertulia, que luego tomó el nombre de Hildebrando Giraldo Parra, se reunió en el Club Medellín, hasta la desaparición de este centro recreacional y luego migró a un Rancherito, cercano a la ciudad, donde aun esporádicamente se reúne.  

Hoy, veinte años después, recordamos ese mal momento de Medellín y Antioquia y rendimos homenaje a Hildebrando.