26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Contracorriente: Colombia: Una democracia sólida 

Ramon Elejalde

Por Ramón Elejalde Arbeláez 

Siempre he sostenido la tesis, no muy original, pero si aprendida de varios estudiosos del Derecho Constitucional General, que no es suficiente con la existencia del voto universal para que podamos afirmar que en un Estado existe plena democracia. Democracia existe cuando se tiene un congreso o parlamento con atribuciones definidas e independiente, una prensa libre, una oposición con reglas claras para ejercer sus funciones críticas, separación de funciones plenamente delimitadas y con pesos y contrapesos establecidos, cuando se cuenta con la posibilidad de la alternancia en el poder y obvio, que se encuentre establecido y se respete el voto universal, un voto igual, libre, secreto y personalizado.  

La elección de Gustavo Petro como presidente de Colombia le notifica al mundo que somos una democracia plena y sólida, obvio con las debilidades propias de una nación en vía de desarrollo. Un candidato opositor, representativo de una izquierda democrática, convertido en alternativa de poder frente a una derecha poderosa y organizada, logra un vigoroso triunfo electoral que le permitirá a Colombia observar cómo ejercen el gobierno quienes por años fueron la oposición. Esa es la democracia. 

Antes del certamen electoral del diez y nueve de junio existían dudas y preocupaciones de un fraude. El resultado, tan contrario al establecimiento, dejó claro que no pasaron las dudas de ser eso, meras sospechas sin fundamento. Para bien de nuestra democracia, el triunfo de Gustavo Petro no ha sido puesto en titubeo por factor alguno de poder. Todos han reconocido su limpio triunfo en las urnas.  

Quedan lecciones que es preciso asimilar. El llamado estallido social que vivió Colombia en abril y meses subsiguientes del año anterior nunca tuvo la lectura correcta por parte del Gobierno, del Congreso y de los partidos políticos. La única respuesta a esos hechos fue una brutal represión. No se analizaron las causas del masivo y a veces violento reclamo y mucho menos se procuró satisfacer los reclamos de una sociedad angustiada y excluida, más allá de retirar una propuesta de reforma tributaria que fue el florero que prendió la mecha. Ese nefasto error lo están hoy pagando quienes fueron miopes frente a tales eventos. El cambio se veía venir y las alarmas que prendió la sociedad fueron ignoradas. 

Pero quedan lecciones más profundas para estudiar y proceder. La elección de Gustavo Petro es un clamor de auxilio de los llamados nadies, de los invisibles, de los excluidos, de los abandonados. Ellos se han expresado y han elegido presidente de la República. Diría que es su última y desesperada expresión democrática de inconformidad. O la sociedad, encabezada por el presidente electo de los colombianos, dedica todos sus esfuerzos a combatir la pobreza y tanta inequidad o el estallido social será de imprevisibles consecuencias.  

La clase dirigente tiene que observar el mapa colombiano con los resultados electorales. Petro triunfó en las zonas con mayor pobreza. Entendamos eso como un grito desesperado de angustia y dolor. Desconocer ese clamor y esa realidad nos hará perder lo que hemos conquistado por tantos años. La responsabilidad del gobierno Petro es grandísima, como inmensa es la esperanza que esos nadies tienen fincadas en el presidente Petro.  

A Gustavo Petro y a Colombia, buen viento y buena mar, en los siguientes cuatro años.