26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Tal como es

carlos alberto

Por Carlos Alberto Ospina M. (foto)

Por irse a protestar en contra del gobierno de turno perdió el empleo como coordinador de cobranza del Banco Comercial Antioqueño, Bancoquia. Minutos antes tuvo la osadía de pedirle permiso a su jefe para acompañar la manifestación. A pesar del No rotundo del director de la filial, el joven de 24 años de edad, aprovechó el cruce de correspondencia entre sucursales para incrustarse en el fogón de la protesta social.

El “Ospinismo” y los jefes liberales urdían en todos los escenarios el golpe de opinión contra Laureano Gómez. El objetivo se logró el 13 de junio de 1953 con la llegada al solio presidencial del general Gustavo Rojas Pinilla, abuelo del condenado y corrupto exalcalde de Bogotá, Samuel Moreno Rojas. El militar estuvo de títere de la clase política que, por la misma vía, lo derrocó en mayo de 1957.

El joven empleado bancario agarró entre sus manos un el cartel con la frase: “Abajo la oligarquía colombiana”. En medio de las arengas no consideró la mala fortuna de pasar delante de la entidad bancaria, la cual había tomado la precaución de cerrar las puertas y bajar las rejas externas. Sumergido en la efervescencia popular no contó con la curiosidad del director de la oficina que, observaba desde la ventana, el recorrido pacífico de la multitud. Sin darse cuenta, Ramón Antonio, alzó y agitó la valla enfrente de Bancoquia. En la mitad de su grito “Abajo la oligarquía…”, vio el rostro pálido e incrédulo de su jefe, hasta ese día.

Después de un largo período de indigencia, conocer las necesidades y el frío del amanecer sobre las aceras, Ramón, doblegó la cerviz y tocó a la puerta de su mamá, María, quien había enviudado a los 19 de años de edad, progenitora de otros dos jóvenes y celadora de la escuela República Argentina, ubicada al oriente de Medellín en inmediaciones de la Placita de Flórez.

“Mamá, me puede volver a recibir. No aguanto más el hambre ni la miseria de las calles”, imploró, el arrepentido muchacho.

A lo cual, doña María Marulanda, respondió: “¡Claro, mijo!, siga, ésta no es nuestra casa, pero sí, su hogar”. A renglón seguido sacó la correa y le dio una pela que, jamás, olvidaría el adolescente que decidió ser mendigo por rebeldía.

A los 21 años, Ramón, conoció la comodidad de su primer par de zapatos, siendo obrero de Coltejer y aprendiz de periodista taurino. En el interludio de la jornada laboral apostaba carreras con su tocayo, Ramón Hoyos, a ver quién subía primero el alto de Santa Elena. Fue tan enérgico y valiente en el ciclismo y en el torero que, también, desafiaba al histórico Pepe Cáceres. Con ambos disfrutó una entrañable e imperecedera amistad.

Se retiró de la factoría textil para colgarse de frágiles cuerdas, sin línea de vida, y poner vidrios en los primeros “rascacielos” de Medellín. A lo mejor, las alturas, le permitieron observar las bondades del mundo creativo. Siguiendo la ruta del empirismo aprendió mercadeo y publicidad, llegando a obtener reconocimiento nacional, incluso dirigió y fundó el departamento de publicidad de la Fábrica de Hilados y Tejidos del Hato, Fabricato. Allí innovó al sacar, por primera vez, los desfiles de moda a las calles. Ramón Antonio Ospina Marulanda decía y sentenciaba: “La moda está en las calles y la gente que la compra, también”. En ese tiempo logró cerrar la avenida oriental con La Playa, donde instaló una enorme pasarela que permitió observar los incipientes pasos de Amparo Grisales, quien a partir de esa experiencia se catapultó en el mundo artístico.

Éste manifestante progresista y sublevado que, desaprovechó el trabajo en 1952, por gritar “Abajo la oligarquía colombiana”, aprendió a leer por casualidad, porque sólo iba a la escuela en seguida de repartir el periódico El Colombiano. “¿O trago cualquier cosa, o estudio?”, replicaba con cierta frecuencia. Siempre dio la cara y no se ocultó detrás de un pasamontañas o una máscara para manifestarse en contra de la inequidad. ¡Por algo! La gente la identificada como “El Insobornable”.

En una operación policial, junto a cuatro amigos, fueron filados al otro lado de una casaquinta de la avenida Santander en Manizales. Al irremediable destino del fusilamiento, lo antecedió, la proclama: “Viva el partido liberal”. El comandante de la redada extrajudicial, inquirió: “Sigan gritando o salen correr” y en efecto, no paró de caminar hasta su última feria en enero de 2011.

El intrépido e inconforme, Ramón, alcanzó la fama nacional e internacional en el campo de la publicidad fonográfica por intermedio de Sonolux, Publicidad Toro y Caracol Radio, en ésta última compañía durante 53 años de ejercicio periodístico. Incontables compañeros de andanzas y vehementes manifestantes en oposición al autoritarismo económico y a favor del bienestar social, del mismo modo, surgieron de la base más humilde de la pirámide y lograron crear empresas o grupos económicos que hoy dan sustento a millones de familias colombianas. Además, se han destacado en el campo de los medios de comunicación, el arte (Fernando Botero), la cultura, la literatura, la política y la economía, entre un amplio abanico opciones de desarrollo.

Ellos, sí, ejercieron el derecho constitucional a la protesta social y comprendieron que hay que trabajar duro para salir adelante. ¿Cuántos de los malhechores y vándalos de las actuales movilizaciones han dejado de ser zánganos para construir la nación justa y democrática que todos anhelamos?

Enfoque crítico – pie de página. El actual discurso progresistas que, poco posee de novedoso, alimenta el odio, la desesperanza y la desigualdad. Aquel que usa la violencia irracional y que, se cree, por encima de la ley, no ofrece un argumento cierto y creíble. Por eso, ocultan la cara, porque no tienen nada diferente que mostrar a su incapacidad argumentativa.