6 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Reapertura del mercado venezolano: ensillando sin caballo

Jorge Alberto Velasquez Pelaez

Por Jorge Alberto Velásquez Peláez  

Me alegré mucho cuando el presidente Petro anunció el restablecimiento de todo tipo de relaciones con Venezuela, incluidas, como debe ser, las comerciales. Y creo que igual pasó con los empresarios, especialmente con aquellos que supieron hace ya varias décadas cómo convertir ese mercado en el más importante para las exportaciones manufactureras del país, cómo lograr que se convirtiera en el principal receptor de nuestras inversiones directas, y cómo convertirlo en el espacio donde mejor posicionamiento y reconocimiento llegaron a tener los productos nacionales, muchos de ellos lamentablemente hoy sin destino diferente al de nuestro propio mercado doméstico.  

Hacia los Estados Unidos ―el mercado más amado por nuestros gobernantes, como quedó demostrado con la absurda obstinación por negociar y firmar un tratado de libre comercio que poco nos ha dejado en cuanto a beneficios reales después de una década― despachamos petróleo, carbón y oro en bruto, renglones que muy poco contribuyen con la generación de empleo, mientras, a cambio, Venezuela recibía panelitas Copelia, ropa Pat Primo, brasieres Leonisa, vajillas Corona, zapatos Stanton, cueros de nuestras curtiembres, muebles Puro Cuero, conservas Frugal, galletas Noel, confitería Colombina, arequipe Alpina y miles y miles de más productos, como nunca lo han hecho ni lo harán otros mercados. 

Pero las disputas políticas irracionales y coincidentes egos de los mandatarios de los dos lados de la frontera, se combinaron para producir una horrible crisis que estúpidamente fue acompañada de aplausos binacionales, y de respaldos allá y acá, destruyendo lo construido. La pequeña empresa que había vivido de sus ventas a Venezuela desapareció como también desaparecieron las exportaciones hacia el vecino país de las grandes compañías, aunque estas obviamente prevalecieron pues tenían mayores posibilidades de subsistencia.  

Repasando todo lo anterior, ¿cómo no celebrar el anuncio de nuestro gobierno del restablecimiento de las relaciones con el gobierno de Maduro (¿y de Guaidó?)? 

“En el 2007, pese a las tensas relaciones políticas, alcanzamos sorprendentemente una cifra récord de 5.200 millones de dólares en exportaciones hacia el hermano país, 109 por ciento por encima de la del año anterior. Milagroso crecimiento de las ventas de confecciones que pasaron de 225 a 757 millones -con las empresas cucuteñas de protagonistas (217 millones); de calzado -de 35 a 90 millones-, y de carne, con más de 339 millones de dólares, equivalentes a 81 millones de kilos (las exportaciones en el 2006 sumaron 74 millones)”.  

Lo anterior lo escribí en mi columna de Portafolio en el año 2008. Y en el mismo artículo: “Es urgente que la Dian realice una profunda investigación sobre la falsedad de estas exportaciones, para que los colombianos podamos conocer las cifras reales y no nos engañemos pensando que de un momento a otro somos algo así como los chinos de Suramérica, especialmente en los sectores anteriormente mencionados. Mentirnos no nos servirá de nada, y por el contrario puede llevarnos a ignorar dolorosas realidades”.  

La verdad es que las exportaciones reales hacia Venezuela no pasaron de 3.500 millones de dólares, pero, aun así, es mucho dinero, y jamás lo obtendremos exportando hacia un mercado diferente de la manera como lo hicimos con Venezuela. 

¿Será posible recuperar el mercado venezolano? La demanda sigue contraída, pero se recupera; los productos colombianos son apreciados y se añoran, además de que para ese mercado resultan ser muy competitivos; y nuestras empresas conocen el mercado. Pero repito, ¿recuperaremos a Venezuela? Es posible, siempre y cuando se logre de parte del gobierno venezolano una garantía ineludible en el tiempo respecto a los pagos, sin regímenes especiales de tipo cambiario, y sin discrecionalidad de organismos inventados cada seis meses para administrar las importaciones propiciando especulaciones con tasas de cambio.  

En este momento nuestro buen ministro de comercio exterior, experto en los temas venezolanos, debería estar logrando de Venezuela una operación similar a la que en mi época como Consejero Comercial de la Embajada en ese país logramos a través del convenio de pagos y de créditos recíprocos entre los bancos centrales.  

En las condiciones actuales no nos ilusionemos, pues ningún banco colombiano se atrevería a aceptar negociar con un banco venezolano, y la triangulación con bancos extranjeros solo genera temores e incertidumbre. No sobra decir que, sin garantías reales y suficientes para los pagos, los temores e incertidumbres se incrementarán cuando lleguen las rabietas de Maduro, o las del verdadero presidente venezolano desde el año 1999, Diosdado Cabello.  

Finalmente, una recomendación para el nuevo gobierno. Procolombia no puede seguir siendo un centro de formación de practicantes universitarios, y mucho menos, la Oficina de Caracas. No hay que inventar nada, pues ya sabemos cómo vender confites en Maracaibo, y zapatos en Barquisimeto; ya sabemos cómo lograr ventas de ropa interior en las universidades, y cómo utilizar el aluminio venezolano para después vender en ese país ollas de aluminio.  

La Oficina Comercial debe apropiarse de ese conocimiento que ya existe, contratando expertos sectoriales.  

De otra parte, no me equivoco al decir que Venezuela, lográndose las garantías a las que me he referido, y actuando Mincomex en fomento y promoción de nuestras exportaciones adecuadamente, debe ser considerado el mercado objetivo único de las pequeñas empresas de nuestro país, lo cual obligaría al impulso de esquemas de asociatividad y a la creación de consorcios exportadores.  

Como se ha dicho, con el hermano país es más lo que nos une que lo que nos separa, aunque en este momento lo que nos separa exige de parte de los dos gobiernos compromisos reales, inviolables e ineludibles, y pocos discursos.  

Y antes de seguir alimentando las expectativas entre los empresarios como se ha venido haciendo en los últimos días, debe procederse en la “conquista” de las garantías de pagos y de total liberación comercial en Venezuela, y después de ello, en la “conquista” del mercado.