18 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Acerca del crimen político 

Por Darío Ruiz Gómez 

“El rostro verdadero del canalla no se ve hasta que lo usa” exclama un personaje de Otelo. La  lacerante actualidad de Shakespeare radica en la maestría  con que logra descubrir detrás de cada presunto rey o gran negociante o  embaucador su verdadera identidad de canalla que había ocultado recurriendo a sus poderes, ya que este poder concede siempre una jerarquía detrás de la cual se disimula lo que con grandiosidad Shakespeare pone al descubierto: la ambición de poder anula la conciencia moral, los celos desmedidos, la envidia desatada que pueden conducir a la locura y a la  justificación del crimen político.

La modernidad de Shakespeare radica en el descubrimiento del sujeto en lucha contra las pasiones oscuras que lo conducirán a la desgracia en la medida en que sus crímenes serán juzgados no solo por los jueces sino por su propia conciencia. Es la aclaración de que lo trágico no sólo se da en el poderoso sino igualmente en el muchacho que mata a su madre, en el amigo que por ambición política es capaz de apuñalar a quien fue su fiel compañero(a) de ideas. En un cuento de Borges que tanto he citado un paisano apuñala a otro quien antes de morir repite  el histórico reclamo: “¿Tú también hijo mío?” Con Bruto veinte conspiradores dieron una puñalada cada uno al cuerpo de Julio César.  “Tu quoque, fili mi”.  

La eliminación física de un adversario político es tan antigua como la historia de la humanidad. Pero en nuestra época la traición a lo fraterno responde en estos momentos a algo escandaloso, “ya no me limito a eliminar al otro pues lo que busco es eliminar a la humanidad”. Y el crimen político está adquiriendo en Colombia una intensidad que más que preocuparnos solamente, debe llamarnos a enfrentarlo de inmediato.

Desestabilizar una sociedad en sus valores tal como lo hizo el peronismo y lo sigue haciendo Maduro, tal como se hace hoy en México responde, vuelvo a recordarles, a la estrategia de degradar a una sociedad para humillarla borrando la frontera entre la política y la violencia de este nuevo terrorismo.

La falsificación del lenguaje permite que en la comunicación la suspicacia se imponga sobre la confianza, que los eufemismos sean el recurso para dejar sin peso moral el crimen político haciéndolo ver como algo, es decir, borrando su connotación moral.

Y esto es lo que las normas para las conversaciones de Paz han ocultado. La llamada revolución bolchevique fue precedida de la proliferación de bandas criminales dedicados a la matanza en desafueros que nunca llegaron a ser registrados en su verdadera dimensión por los periódicos ni tenidos en cuenta por la dirigencia de Occidente.

La desconsiderada cifra de líderes sociales asesinados en sus casas, en sus oficinas, en la calle por el ELN, por las Disidencias y el Clan del Golfo, la escalada de desplazamientos de campesinos es una demostración de que el crimen político tiene que ser de nuevo enfocado por la justicia colombiana. 

El silenciamiento sobre los confinamientos y crímenes de etnias en el Chocó – sin ir tan lejos Canciller éste es un claro ejemplo de genocidio- no ha sido roto y los cómplices continúan ocultando sus rostros.

P.D “Hamás” se apoderó con violencia de la franja de Gaza, cerró la Universidad e impuso su fanatismo. El gobierno de Petro al romper relaciones con la Otán nos dejó por fuera de las sociedades democráticas de Occidente y nos alineó en el círculo del terrorismo de Nicaragua, Cuba, Venezuela, Irán, “Hamás” y el fundamentalismo islámico. Hoy al romper relaciones con Israel legitima la presencia militar de Irán y de Hamás en Venezuela y en Colombia.