Qué está leyendo Gardeazábal: El Imperio Británico de Nial Ferguson 

@eljodario 

• Editado por Debate 

La mala memoria de los integrantes de la generación del dedo pulgar que solo manejan la pantallita del celular, ha permitido que el mundo olvide el poderío mayúsculo que tuvo el imperio británico durante tres siglos.  

El que por estos días la libra esterlina se haya hundido en el mercado monetario y que el Brexit haya llevado a Inglaterra a ser apenas un remedo del poderoso país que fue, nos trae empero el recuerdo de su poderío en un muy completo ensayo de Nial Ferguson, publicado en 2005 y que ahora ve la traducción al español.  

En las 493 páginas uno aprende que los ingleses se volvieron imperio porque comenzaron siendo piratas asaltando los buques españoles que traían el oro de América y en vertiginosa carrera se convirtieron en los dueños de los mares del mundo controlando el comercio, las guerras y los territorios de ultramar con abusos y atropellos, pero al mismo tiempo sembrando cultura y desarrollo en las regiones donde pusieron sus manos. 

Es quizás ese el mérito mayor de este libro. Muestra cuan frecuentemente la Gran Bretaña dejó de estar a la altura de su propio ideal de libertad individual, especialmente en la época de la esclavización, deportación y limpieza étnica de los pueblos nativos. 

Y nos explica sin exageraciones por qué los ingleses se creían una raza superior, y cómo, junto a los atropellos cometidos, promovieron el libre comercio, el libre movimiento de capital y llegaron a ser los banqueros del mundo.  

De manera objetiva Ferguson nos recuerda cómo ellos fueron  los propulsores de una red de comunicaciones modernas y gestaron las leyes de muchos de los países conquistados enseñando o imponiendo las costumbres éticas con que adornaron sus métodos de gobierno.  

Al terminar su lectura entonces reconocemos cómo los británicos pudieron ser los respetados dueños del mundo o por qué fueron temidos como la plaga blanca por los habitantes de los países subyugados. 

Aportando efectos comparativos a su responsabilidad como asesinos de los indios americanos arrasados o de los aborígenes australianos exterminados  concluye que se ganaron el miedo y el respeto sin que nadie les exigiera pagar por sus culpas o los consagrara históricamente por sus aportes a la cultura universal.