10 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Nos está haciendo mucho daño la arrogancia

Claudia Posada

Por Claudia Posada

Son un montón de inquietudes, muy de fondo por lo perturbadoras para los ciudadanos, las que dejan en el aire algunos medios cuando son tan insidiosos que pareciera gozan sembrando desasosiego; otros, insisten (como jueces, no como periodistas) en preguntas con las que quieren llevar a sus invitados (¿cómo reos?) a que declaren lo que ellos quieren que digan; así, hasta lograr enredarlos con sus tergiversaciones. Se fascinaron en ciertos medios -y no son pocos- con el rol protagónico de periodistas vedettes; ya no es la noticia la que cuenta y cuentan; las audiencias ya no saben cuándo están opinando y cuándo informando. Y ni hablar de aquellos periodistas (y de otros que, con similares oficios, ejercen como tales) interrumpiendo a sus entrevistados, de manera brusca por lo demás, para decirles: “no es eso lo que le estoy preguntando”.

Es muy importante para cualquier sociedad democrática, que haya medios con espacios, o minutos dentro de estos, para información política sin sesgos amañados. No se trata de acomodar los hechos para hacer inferir a su antojo sin dar tregua al tranquilo discernimiento para responder sin presiones. Bien pueden los periodistas ser simpatizantes de esta o aquella tendencia, así que mejor dejar sus afinidades para expresarlas en contextos plenamente establecidos como opinión personal. En cambio, cuando informan o entrevistan para audiencias desprevenidas, la manipulación de la información es sencillamente faltar al rigor periodístico y a la ética. Si a lo que un periodista se compromete con el dueño del medio que lo contrata, es en mantener el beneplácito de ciertos sectores, está traicionando su responsabilidad profesional. Añoramos el periodismo de Juan Gossaín, sagaz, pero a la vez muy respetuoso; admiramos las entrevistas de Yamid Amat, tan profesional y serio en su trabajo conforme a la responsabilidad para con sus audiencias. 

Son centenares de asuntos, de trascendencia incalculable, en la percepción de los ciudadanos que pueden confundidos, o simplemente no está al alcance pleno de todos, el entenderlos; de ahí que el deber ser del periodismo sea hacer comprensible todo lo de interés público, con equilibrio informativo. En el mundo de hoy, precisamente por la inmediatez de la información y la diversidad de canales, cuando el buen juicio se requiere para diferenciarse de la montonera y conseguir credibilidad. Cincuenta mil asuntos bombardean al ciudadano inadvertido desde los medios y desde las redes sociales. Insensateces y embustes, falsas noticias, comentarios amañados, o palabras irrespetuosas -como las de la Senadora quien dijo en el exterior, públicamente, que los que votaron por Petro son “idiotas”, lo que se supo según contó en la W Radio un colombiano residente por fuera del país, no le hacen ningún bien a Colombia, ni al pueblo colombiano. Para quienes creemos que el disentir, el discrepar, el pensar distinto, puede expresarse libremente sin reñir con las buenas maneras, sin ofender, ese tipo de afirmaciones bien podría haberse hecho en la privacidad de sus reuniones con los líderes del Partido Vox-.

El lenguaje excluyente es criticable, sea quien sea que esté en una orilla o en otra puede darse esas licencias. Las “excentricidades” de los arrogantes (entre políticos, periodistas, personajes de todos los sectores…) minan el bienestar colectivo. Buscar el cumplimiento de indicadores para el bien común, orienta el camino hacia una sociedad sana. La sociedad que anhelamos para Colombia y los colombianos.