28 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

MIS LECTURAS ATRASADAS. Dabeiba. Gustavo Álvarez Gardeazábal

@eljodario

PUBLICADO EL 03/03/2016

POR A VISTA DEL PÁJARO

Tiempo llevaba esperando el momento de poder leer a Gustavo Alvárez, y lo hago además en la cuidada y bien presentada colección Áncora y Delfín, de Editorial Destino. ¡Qué tiempos aquellos en que se cuidaba la edición, en que el contenido se rodeaba de un cuidado continente, y al placer de la lectura uníamos el placer de la vista, de las cosas bien hechas!

¡Cuando olíamos los libros, y el olor te daba una pista de primerísimo orden de por dónde iba a transcurrir nuestro sentimiento por la obra!

Ahora los tiempos transitan por otros derroteros. El libro electrónico no huele a nada, ni sabe a nada; con él, no te arriesgas a hacerte un delgadísimo corte en cualquiera de tus dedos al pasar la hoja, porque el corte, queridos amigos, no era casualidad. El corte significaba algo, en ese momento algo de esa lectura se quedaba en nuestro subconsciente para siempre, para volver a la superficie en cualquier momento. ¿Cuántas veces te has preguntado, dónde he leído yo esto, o aquello? No tienes entonces más que acordarte del corte en el dedo, y la obra saldrá a borbotones de tu boca, qué digo de tu boca, saldrá de tus entrañas, desbocada, imparable, fresca y auténtica.

Me da a mí que el libro electrónico lo descubrió alguien que viajaba mucho, y que cuando se tuvo que enfrentar a las low cost, desarrolló el ingenio. ¿Que usted me quiere cobrar por llevar varios libros para mi solaz? Pues yo invento este aparato, y me llevo mil quinientos así, de golpe, sin que pesen un solo gramo. Menudo cabreo se cogieron en las compañías aéreas. Incluso, sé de buena tinta, que se plantearon muy seriamente prohibir los libros electrónicos en los aviones, pero al parecer la idea no gustó a los jerarcas de la Unión Europea, que como viajan mucho, no querían verse impedidos de llevar sus lecturas con ellos. Pero bueno, tampoco se confíen, que cualquier día lo vuelven a intentar, como lo de los bancos corridos o cobrar más a los que gordos, o a los altos, incluso, llegado el caso, a los feos, o a los guapos, o a los rubios, o a los morenos, a los pelirrojos no, que total, para un tres por ciento que son de la población mundial, tampoco se hace necesario quedar mal.
Perdón por la dispersión. Que me ha gustado Dabeiba, finalista del Premio Eugenio Nadal, edición nada menos que de 1971, ayer prácticamente.

Grandes dosis de realismo mágico, junto a las grandes (y hasta las pequeñas) pasiones humanas. Y mira que tuvieron suerte los habitantes de aquella ciudad de algún sitio, que los vinieron a buscar antes de que los elementos se los llevasen por delante. No creo yo que al resto nos vaya a ocurrir eso. La hecatombe, el fin, nos llegará sin previo aviso, y sin remisión posible, sin comandantes ni helicópteros, ni ceremonias de la confusión que nos hagan creer lo que no es, lo que nunca fue, ni lo que nunca será.
Lean, lean Dabeiba, pueden hacerlo casi de corrido, de una vez, apenas doscientas treinta y nueve páginas, las justas, ni una más ni una de menos, gustar sin empalagar