3 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Mi encuentro pedagógico con Esopo y sus moralejas

Por Enrique E. Batista J., Ph. D.

https://paideianueva.blogspot.com/ 

Revisando mi biblioteca me encontré con el maestro Esopo. Establecí una agradable e instructiva comunicación con él, un Maestro ejemplar que ha iluminado la formación en las virtudes humanas desde hace 2600 años. Eso es un maestro, el que no pierde vigencia, aquel que no renuncia a enseñar, que no se jubila en su tarea de formar y que el impacto de sus enseñanzas permanece por siempre. El buen Maestro siempre está presente, siempre está vivo.

Después de frases introductorias y de saludos cordiales, le pregunté: ¿Maestro usted por qué escogió la figura literaria de la fábula para sus enseñanzas? Me respondió:

-El Maestro recurre a una variedad probada de estrategias de enseñanza, centrado en un interés genuino por la formación cognitiva, afectiva y moral de sus alumnos.

– Enfatizando la palabra “moral” prosiguió: En mi época no se usaba la expresión figura literaria, pero sí usábamos una amplia variedad de ellas con las que hicimos rica nuestra lengua griega y por eso pudimos diseminarla por todo el mundo conocido en ese entonces.

Sin osar interrumpir al Maestro  con la siguiente  y evidente pregunta se me adelantó y dijo:

-Usted que también es maestro bien recordará que una moraleja es un relato corto de moral.

Me recordó que la etimología del voquible “fábula” viene del latín “fabŭla”, que significa hablar y de ahí narrar y contar historias. Agregó que en su lengua griega usaban las palabras “ithikós” y “êthos” con el significado de costumbre, moral y virtuosidad. De ahí, entre ustedes, surgieron los vocablos “moral” y “ethos” referidos al comportamiento particular que debe caracterizar, eso es formar en el carácter, a una persona o a un grupo determinado. En mi propia lengua, el griego antiguo -agregó – usábamos la palabra “múthos”, la misma de “mito” asociada a leyenda, narración, cuento o historia narrada.

Además, prosiguió:

 – Moraleja, con la que enseñé los valores, es el diminutivo de moral, la que debe guiar la conducta de cada ser humano. Es una lección que vuelvo a recordar hoy por su conducto como maestro.  Las moralejas son enseñanzas para recordar las buenas costumbres para que los padres, los adultos y maestros no cesen de insistir en que con ellas se formen sus hijos y los alumnos, so pena de que vuelvan a darse cuenta muy tarde de que “árbol que crece torcido su tronco nunca endereza”.

-Se detuvo, alzó su frente y refiriéndose a mí acotó que hay que persistir en educar bien al que está creciendo, ese es su papel como maestro, como padre de familia y como persona. Y no olvide -me insistió- que de “ethos” surge la ética. La moral y la ética son el tronco recto y no torcido con el que deben crecer los niños. Por eso la moral, la virtuosidad, las buenas costumbres y la ética son las bases de la relación armónica entre los seres humanos y entre estos con todas las formas de vida y con la salud del planeta. Mis fábulas son ejemplos prácticos que perduran en el tiempo y que las creé para ser usadas como lecciones morales, ejemplos, consejos y guías de buen comportamiento. Niños y adultos deben reconocer que el valor formativo de mis fábulas no está tanto en lo que en ellas relato sino en las enseñanzas presentes en cada una de ellas.

Movido por la curiosidad ante la tan amena charla y la brillante y afortunada oportunidad de escuchar al Maestro, le pedí me contará algo de su vida. Fue un relato en extenso sobre ella, del cual resumo aquí lo que sigue:

-Aunque algunos incautos dudan de mi existencia, nadie debe tener duda de mi realidad humana e histórica. Fui de nacionalidad griega, nací hace 2600 años en Frigia, en lo que hoy es Turquía. Mi muerte ocurrió en Delfos en Grecia. Fui esclavo de un señor llamado Janto de Samos quien años después de fiel servidumbre me dio la libertad. Poco después el rey Creso, que era muy poderoso y tan rico que navegaba en oro, me llevó a trabajar en su corte. Me encargó, entre otras funciones, ir al oráculo de Delfos, un templo consagrado al dios Apolo, a ofrecer sacrificios y riquezas en su nombre.

Continuó con sus extenso y preciso relato agregando:

-En el oráculo encontré corrupción, deshonestidad y comportamiento amoral entre los sacerdotes de ese templo. Ahí me avergoncé al ver que era un templo donde reinaba la inmoralidad. Ese fue uno de los hechos impactantes en mi vida que me dio fuerza y convencimiento adicional para seguir escribiendo mis moralejas que ya había empezado tiempo atrás.

Interrumpió por un breve momento su relato, miró hacia arriba, tomo aire, frunció las cejas como si quisiera pasar un trago amargo, y me dijo:

-A raíz de mis acusaciones presentadas al rey Creso, aquellos inmorales y perversos a los que yo había denunciado me culparon de sacrilegio por robar pertenencias del dios Apolo. Fui condenado a muerte y lanzado desde un alto despeñadero. Tenía 64 años. Tiempo después se probó que la acusación era falsa, por lo que mis acusadores fueron castigados con pena de muerte y lanzados por el mismo despeñadero.  Mi nombre y honor fueron reivindicados por siempre como usted puede ver y dar razón.

-Y aquí estoy todavía vivo 2600 años después, persistente con mis enseñanzas para que todos tengan un futuro mejor llevando una vida iluminada por la rectitud moral.

Entendí parte de la motivación que tuvo el Maestro Esopo para escribir sus fabulas con precisas y educadoras moralejas de valía no sólo para los niños sino para los adultos en todas las sociedades del mundo y en todos los tiempos. En sus moralejas están los valores morales que deben gobernar nuestras vidas y en sus relatos los pecados y transgresiones que debemos evitar.

Una inquietud obvia fue preguntarle por qué usó a los animales en sus relatos para ejemplificar impropias conductas y sacer bellas y formadoras moralejas.

Me respondió:

– Pero también hay seres humanos y mucho de la naturaleza en mis fábulas.  En ellas cabemos todos, lo animado y lo inanimado. Dios puso a los animales en este mundo para que tuviéramos compañía perenne. Ellos forman parte de la vida en la tierra y de sus ecosistemas, como ustedes dicen ahora.

Y precisó:

-Note usted que no hay animales salvajes. Ellos viven en su propio ambiente y lo cuidan, muchos de ellos han estado aquí antes que cualquier humano, la tierra y sus recursos son de ellos. Los salvajes son los humanos que con su crueldad los maltratan y matan, les destruyen sus medio ambiente y fuentes de alimentación, los persiguen y llevan a la extinción, los secuestran para venderlos como piezas exóticas, los cazan para elaborar trofeos y adornos llenos de sangre inocente.

Finalizó acotando:

-Esos son los salvajes, los humanos salvajes. Podemos y debemos vivir en armonía con los animales en la tierra, con ellos formamos una unidad indisoluble.  Los atributos morales son la esencia para una sana vida humana. Mis fábulas muestran el alma corrupta y la realidad interna de aquellos cuyos troncos crecieron torcidos.

En nuestra larga conversación insistió, con entusiasmo que invitaba a una escucha atenta, sobre la inmortalidad de sus enseñanzas morales que apoyadas como recurso literario en animales personificados ejemplifican a aquellos cuya conducta es contraria a la armonía social. De las fábulas se deducen normas del buen comportamiento y se aprende sobre los valores que enriquecen el espíritu humano.

Le observé que el recurso del uso de animales es más fácil y ameno entre los niños que tienen amor por ellos. Es un recurso que les llama la atención, sirve de base para consolidar el proceso formativo de su carácter, les permite insertarse creativamente en el relato, sacar sus propias conclusiones y ser capaces, a la vez, de participar en juegos de roles y en  representaciones teatrales en donde el mensaje oral  adquiere fuerza formativa  adicional.

Repasamos algunas de las que les mencioné eran mis fábulas favoritas. El hizo las anotaciones que consideró oportunas.

Me dijo que la fábula de “El viento del norte y el sol” se refiere al sabio dictum popular que dice que más vale la maña que la fuerza, que es mejor solucionar conflictos por la vía razonada y no por la fuerza y también enfatiza la conveniencia de separarnos de la vanidad y de la presunción de nuestro poder, riqueza o conocimientos.

La lectura de “La cigarra y la hormiga” tiene como enseñanza moral -señaló él- el principio de que con el esfuerzo dedicado y constante se superan algunas limitaciones que nos puede imponer la naturaleza y que el trabajo dedicado es necesario para alcanzar una vida de gratificaciones espirituales. Y en “La paloma y la hormiga” todos pueden aprender que hay que ser generosos y agradecidos ya que cada buena acción produce valiosas recompensas.

Cuando le mencioné la de “El lobo con piel de cordero” fue ágil en indicarme que su intención fue y ha sido la de demostrar a los mentirosos que el engaño a los demás acabará causando males peores a ellos mismos. Mientras que -agregó él- en la de “El perro y su reflejo en el río” enseño, como Maestro que soy, a que nadie debe apoderarse de los bienes y de las realizaciones de los demás y que tampoco debe codiciar o ambicionar lo que no se posee. De modo parecido, -siguió con su entusiasmo– con “La gallina de los huevos de oro” invito a que cada uno alcance la conclusión de que como seres sociales estamos obligados a aceptar con satisfacción lo que hemos logrado y conseguido y, muy importante, alejarnos de la codicia y envidia que son atributos perniciosos y nocivos.

Cuando le recordé la belleza de su fábula de “La liebre y la tortuga” me dio su respuesta y la complementó con las enseñanzas de otras de sus fábulas. Dijo:

-Sí. Como en todas mis fábulas se pueden sacar distintas enseñanzas, entre ellas la de valorar el esfuerzo personal y el de los demás, perseverar para alcanzar las metas sin presumir con vanidad de nuestras habilidades. Fíjese – agregó – que en la fábula de “El león y el ratón” podemos llegar a la conclusión que aun siendo muy poderosos siempre requerimos del trabajo y el apoyo de los demás, aunque puedan ser considerados como frágiles.

Le recordé al Maestro Esopo que mi libro de lectura en la escuela primaria tenía la fábula de “La zorra y las uvas”, la que yo siempre recordaba por su valor para que pudiéramos reconocer las limitaciones de nuestros esfuerzos en determinadas circunstancias y apreciar la necesidad de trabajar con otros para alcanzar las metas que nos proponemos. En efecto -agregó él- no podemos ni debemos culpar a los demás por no poder lograr algo que deseamos ya que no siempre se puede satisfacer cualquier deseo impulsivo y repentino. La paciencia y el trabajo conjunto con otras personas nos permiten ser más exitosos, recalcó.

Seguimos por un tiempo bastante extenso comentando la necesidad de la formación ética y moral. Para finalizar, él como Maestro me dejó una tarea. Me encomendó:

-Usted que es maestro recuérdeles a los padres que ellos son los primeros maestros de moral y ética de sus hijos. Y también lleve el mensaje a todos los demás adultos para que repasen mis breves cuentos y saquen conclusiones para su buen comportamiento de las moralejas que  ahí les he dejado.

Así mismo, me recomendó que arrojemos por un despeñadero a todas las acciones que dañan a los demás humanos, a los seres vivos y a la naturaleza, que todos abramos los corazones para el amor a Dios y el acatamiento a sus mandamientos, reafirmar el amor a sí mismos y al prójimo, y practicar como regla invariable la humildad, la caridad, la misericordia, la solidaridad, la fe, la fidelidad y la generosidad. Sin que nadie olvide los valores de la lealtad, la justicia, la prudencia, lacooperación y el trabajo productivo sin egoísmos. Tampoco deben -recalcó- olvidar el perdón, la obediencia y la gratitud.

Prosiguió:

-Dígales a los maestros y a todos que no olviden el “ethos”, a la formación en las sanas y buenas costumbres, o sea a la ética.

Para despedirse me recordó que con su fabula “Las ranas pidiendo rey” todos deben concluir que a la hora de elegir a los gobernantes es mejor escoger a uno humilde, decente y honesto, en lugar de a  otro ignominioso, tramposo, maquinador, ruin y corrupto.

(El lector podrá encontrar en cada uno de estos enlaces la totalidad de las 393 fábulas de Esopo con sus consecuencias morales:  https://rb.gy/hhdzv5https://rb.gy/9vx9zr o  https://rb.gy/sajces).