9 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Lo que olvida el discurso anticombustibles fósiles

Jose Hilario Lopez

Por José Hilario López (foto)

Estoy leyendo el último libro de Alex Epstein titulado “Un futuro fósil”, cuya tesis central consiste en sostener que el progreso global de la humanidad requiere más petróleo, más carbón y más gas natural (los llamados combustibles fósiles). Epstein es un filosofo estadounidense experto en energía, quien ya había publicado en 2021 “La cuestión moral de los combustibles fósiles”. 

El libro de Epstein, como todo buen libro, genera más interrogantes que respuestas sobre la transición energética en que está empeñado el mundo, tema que ha suscitado un gran debate político, económico y ético en los principales centros académicos y en los organismos multilaterales, en especial en el denominado Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), creado por la ONU para evaluar la ciencia relacionada con el Cambio Climático. En este escenario global, el gobierno del presidente Petro está buscando asumir una posición de liderazgo, que empieza cancelando el otorgamiento de nuevos contratos para la exploración petróleo y gas en nuestro país, a lo que se agrega una política en contra de la minería del carbón.

Antes que todo hay que reconocer el coraje de Epstein para enfrentarse, casi en solitario, contra toda una comunidad de ambientalistas empeñados por todos los medios en demonizar el uso de los combustibles fósiles, para lo cual se apoyan en dos discutibles hipótesis: 1) Que La Tierra es un organismo muy frágil y 2) que la acción humana, los llamados impactos antrópicos, en especial por el uso de los combustibles fósiles, van a extinguir la vida en este planeta. Todo esto se afirma, desconociendo los grandes beneficios que para la prosperidad y la seguridad humanas han significado los combustibles fósiles, cuando tal vez por primera vez en la historia se logró transformar la energía calórica producida por la combustión del carbón, y más tarde del petróleo, en energía mecánica, el gran acontecimiento científico que a finales del Siglo XVIII dio lugar a la Revolución Industrial.

Aunque es evidente que a partir del año 1800, se incrementaron las emisiones de CO2 a la atmósfera, el principal gas de efecto invernadero, causante del Calentamiento Global, los ambientalistas olvidan que a partir de la energía generada por los combustibles fósiles  la esperanza de vida humana en el planeta pasó de apenas 30 años a ser mayor de 75 años en el mundo desarrollado, donde se dispone de energía fósil accesible para toda la población, aunque en los países africanos, con poco acceso a esta energía, la expectativa de vida no alcanza a superar los 50 años. Adicionalmente la energía fósil permitió que la población mundial creciera significativamente y que el PIB mundial se dispara hasta niveles antes inimaginables (Ver gráfica).

Fuentes: Gilfillan, Marland, Bodfen y Andres (2020), fuente citada: datos del Banco Mundial; base datos del del proyecto Maddison.

Los ambientalistas, los expertos asignados como los llama Epstein, en sus catastróficas predicciones se concentran sólo en los efectos colaterales generados por la energía fósil, en especial el calentamiento global por causa de las emisiones de CO2, omitiendo lo innegables aportes a la prosperidad humana que ha significado la energía fósil, “operar en el marco del impacto, desconociendo el marco de la prosperidad humana”.

Otro hecho que se omite es que los efectos colaterales de la energía fósil se ven reducidos en gran medida por sus beneficios, entre otros: 1) Transformación de los efectos colaterales en valor, mediante la utilización de subproductos derivados de la refinación del petróleo, tales como el asfalto; 2) reducción de los efectos colaterales negativos, gracias a la eficiencia en la búsqueda de beneficios, por ejemplo, los avances en la tecnología hacía una combustión limpia del carbón, a los cual me he referido en artículos anteriores y 3) los efectos colaterales de la energía fósil se ven cada vez más neutralizados por sus beneficios reflejado en la prosperidad humana, esto con  excepción de las emisiones de CO2 para cuya captura todavía no se tiene un proceso eficiente.

Por otro aspecto, ya para concluir,  los combustibles fósiles no sólo resultan insustituibles para los usos energéticos actuales así como para usos futuros, en los siguientes casos 1) para aquellas comunidades que no tienen energía; 2) para aquellos que ya disponen del recurso, pero requieren más disponibilidad y 3) para hacer posibles nuevas formas de proveer energía, por ejemplo para los desarrollos de la informática, tales como la denominada inteligencia artificial, y que no decir de las nuevas demandas de la carboquimica y petroquímica, amén de los todavía insustituibles abonos nitrogenados derivados del gas natural.

Por ahora mi conclusión es que falta todavía mucha investigación y desarrollo para que las energías renovables no convencionales, las energías eólica y solar, sean competitivas con la energía fósil. Mientras tanto el mundo seguirá consumando petróleo y carbón, sobre todo gas natural. Tenemos que seguir apoyando la transición energética, pero sin todavía imaginar la desaparición de los combustibles fósiles. Creo en la ciencia y en sus inmensas posibilidades para seguir progresando en la búsqueda del bienestar de la humanidad y en una sana convivencia con su entorno natural y social.

En próximo artículo me referiré a las políticas estales del primer mundo en relación con los combustibles fósiles y a la ilusoria pretensión del presidente Petro de hacer de nuestro país un cruzado de la lucha por la abolición de los combustibles fósiles, así como a los riesgos que esto significa para nuestra soberanía energética y las finanzas públicas nacionales y regionales.