El Presidente Iván Duque es el Presidente de la crisis. Al llegar a la más alta posición del estado en ejercicio del mandato otorgado por las mayorías democráticas, se acercó a las cajas fuertes de la tesorería y del Ministerio de Hacienda y las encontró vacías. Sus administradores, encabezados por Juan Manuel Santos, dejaron agotados los fondos de la nación, las arcas oficiales, mientras el atraco a los bienes públicos sucedía por el camino indirecto de las coimas que pagan los contratistas a congresistas y funcionarios de las tres ramas de poder.
Al Presidente Iván Duque le corresponde desentrañar los centenares de problemas que dejó el santismo en su paso de langosta depredadora en el Ejecutivo central, en los departamentos, municipios y entes autónomos. Los colombianos no tenemos con qué “pagarle” a Duque que nos haya librado de Gustavo Petro y sus hordas, como también el haber contribuido a evidenciar las tristezas de unas Far-Ep con irrisorio apoyo popular y sufrir el mal de las fracturas. No obstante, unas minorías subsidiadas de la oposición y otros pollos del propio gallinero, quisieron ponerlo en aprietos políticos que Duque supo sortear. (Lea la columna).
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