5 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La política y los ignorantes 

Dario Ruiz

Por Darío Ruiz Gómez 

El 38% de nuestros(as) congresistas y senadores(as) en sus cargos no alcanzaron a terminar bachillerato y la sospecha es la de que muchos(as) ni siquiera lograron terminar la educación Primaria y algunos se inventaron títulos.  

Y digo “no han terminado” abrigando la esperanza de que algunos(as) con sus altos sueldos, viáticos decidan para bien de la Patria ponerse al día en esta privación de conocimientos indispensables sobre lo que significa estar en la Política, conocer el funcionamiento del Estado y sobre todo conocer lo que suponen las responsabilidades que sus cargos les imponen y la ciudadanía les exige teniendo en cuenta sus altos sueldos, viáticos y poco tiempo que trabajan. 

Que un(a) congresista provenga de un remotísimo territorio o de una barriada miserable que les impidió, ante una solitaria lucha por la sobrevivencia, terminar con sus estudios, es algo que nos conmueve y puede ser descrito en una de esos folletones para t.v. sobre lo que supone el mérito personal para escapar de esas barreras y convertirse en alguien de bien, pero no va al caso en lo que se refiere a ser representante ante el Congreso (Cámaras, Senado, Asambleas, Concejos) de una Nación lo que implica pasar las  pruebas  de conocimiento en varias disciplinas, conocimientos económicos, geográficos, sociológicos.  

Marco Fidel Suárez hijo natural de una lavandera  vivió su niñez y adolescencia en situación de extrema pobreza y como no podía asistir a la escuela  escuchaba las clases desde fuera del aula tomando notas sobre un papelito, superando así la más ofensiva de las carencias de un ser humano: la ignorancia hasta escribir ese portentoso legado  de erudición y conocimiento que  son “Los sueños de Luciano Pulgar”. 

En las democracias como Colombia las oportunidades para estudiar son muchísimas y miles de tecnólogos, profesionales universitarios, han salido adelante honrando al país. Pero la grave separación entre el país de los politiqueros y el país real se hace más ofensiva en la medida en que comprobamos la derrota de la ciencia y de la universidad ante este impresentable lagarterío que no puede tampoco llamarse pueblo.  

¿La representatividad de las comunidades no debe estar en manos de quienes conocen a fondo y con amor su problemática, pero también sus logros culturales, su afirmación de la confianza?   

En aquel inolvidable texto “Defensa del analfabetismo” don José Bergamín, diferencia entre el alfabeto – analfabeto que son ahora millones y millones de profesionales, de especialistas que leen y escriben pero que son completamente analfabetos en lo que se refiere al verdadero conocimiento que es rigor y es responsabilidad ética, riqueza lingüística, y, el analfabeto que es quién desconoce el alfabeto porque pertenece a una cultura donde experiencia y saberes se transmiten oralmente.  

¿Cómo comprender entonces de parte del analfabeto – alfabeto la complejidad de una sociedad y la misión civilizadora de la política?  

La palabra necesita de la libertad, se opone a aquello que la ignorancia propicia: la tiranía. Hablamos entonces de la ignorancia y sobre todo del ignorante y de las funestas consecuencias que para una sociedad implica la prevalencia de la ordinariez y la vulgaridad ostentadas desafiantemente por los ignorantes(as) para quienes es más importante el griterío que el diálogo.  

¿Qué es lo primero que hace el ignorante? Desacreditar precisamente el esfuerzo de la educación para sacarnos del atraso de la ignorancia. 

¿No ha sido ésta la tarea de nuestro populismo al igualar por lo bajo el problema del conocimiento, es decir al pretender demostrarnos que el ignorante es más importante que el científico, que el estudioso? 

“La verdadera ignorancia, dice Karl Popper autor de “La sociedad libre y sus enemigos”- no es la ausencia de conocimiento sino el hecho de rehusarse a adquirirlo”.