6 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La monstruosidad en estado límite 


Por Darío Ruiz Gómez 

A Voltaire se atribuye la famosa frase que desde el colegio escuchamos: “Miente, miente que algo provechoso sale de mentir”.

Mentir para un niño(a) o un(a) adolescente constituía  el peor de los pecados y por no decir mentiras muchos niños o ciudadanos(as) paradójicamente  habían sido castigados por la corrupta justicia humana. De pronto descubríamos que tratar de mantenerse en la verdad era un imposible pues en el mundo de los adultos todo se movía a través de la mentira. 

Pero, nos explicaba aquel iluminado maestro, hay ocasiones en que se puede mentir como lo podríamos hacer para salvar la vida de un perseguido por una tiranía. Hoy todo es desinformación como lo he repetido, por parte de los informes oficiales y de los medios de comunicación privados.

En este estado de desamparo que constituye un atentado contra nuestros derechos a que se nos diga la verdad es cuando la noticia que se nos da como un flash nos lleva al “deja vú” al sentir que lo que acabamos de escuchar ya lo habíamos escuchado: “nueve soldados volados con dinamita por el ELN”.

¿No lo hemos venido escuchando durante años de años? ¿Cuántas conversaciones de Paz se han intentado celebrar con el ELN y todas han sido fallidas precisamente a causa de una matanza cruel? ¿Por qué entonces este gobierno es tan masoquista? ¿No creo haber escrito esta misma columna varias veces? ¿Hace cuantos meses Marlon descuartizó personalmente a ocho infantes en el Cauca y nadie dijo nada?

Siempre que se recurre a este propósito en Colombia la crueldad aumenta como un desafío a nuestra cordura. Desde aquella farsa de las Conversaciones en Maguncia (Alemania) hasta la que ahora se reúne en México – 60 años transcurridos- ¿cuántas vidas se ha cobrado la fiereza de estos fundamentalistas? ¿Cien mil almas de jóvenes militares, de niños, de familias?  Lo inescrupuloso de estas falsas conversaciones comienza cuando el Gobierno desconoce olímpicamente la presencia de las víctimas, de juristas demócratas como verdaderos garantes de Paz y coloca a un miembro de las Farc como cabeza del Grupo de representantes de la Ley, a la asesina de tres mujeres, etc. Repitámoslo: los verdugos juzgando a las víctimas.

Las anteriores conversaciones en Quito se suspendieron luego de que un perturbado asesino de nombre Pablito asesinara a once soldados que dormían y demostrara que la justicia en Colombia no existe pues nadie lo ha condenado por sus crímenes, ni a tipificado como grupo terrorista a una organización cuyos fines no son los de una lucha por una sociedad justa sino el negocio particular de unos poderosos cuyo rostro nunca llegaremos a conocer  como sucede con grupos terroristas de Palestina, Irán, Rusia, manipulados por magnates a la sombra.

La estrategia de  poner a prueba la justicia mediante estos atentados busca calibrar cuál va a ser la reacción de ésta, para, entonces, llevar más lejos aún los efectos del terror, desmoronando de paso las convicciones morales y democráticas de los representantes “de la sociedad civil” y acallando los medios de comunicación, las instituciones tal como lo hizo ETA durante su apogeo de terror, haciéndonos  creer que si no hay justicia que castigue a los criminales y defienda a la ciudadanía, el crimen debe ser una costumbre aceptada y lo monstruoso es lo normal.

A ocho meses del Gobierno Petro vamos comprobando que el mapa de Colombia ya no es el mismo que diseñó la República, que una compañía particular de helicópteros se encarga de desplazar a los Comandantes guerrilleros y a este paso todos los valores que rigieron nuestra vida de civilizados desaparecerán al ritmo de nuestra indolencia moral.

 Ellos nos tendieron una trampa y volvemos a caer en ella. ¿Por qué algún despistado magistrado insiste en que aún vivimos en un Estado de Derecho?