5 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La indelegable tarea del periodista 

Por Iván de J. Guzmán López 

Hace pocos días, en una reunión gremial, hablando del papel de los periodistas, un amigo periodista, historiador e investigador, me decía con algo de tristeza y nostalgia: “se acabó el periodismo de investigación, de denuncia y de legitimador social de la información veraz y oportuna. Ahora tenemos grandes grupos de periodistas que se autocensuran, se dejan amordazar dócilmente, se convierten en fieles seguidores de tiranuelos y gobernantes que las comunidades detestan. Ahora les importa más el puesto que la profesión, y hasta conforman clubes llenos de roedores del poder, entregados a ese poder, como si de meretrices se tratara”.   

Poco pude ripostar, porque la realidad fulge. Es claro que, tras superar el largo periodo de dictaduras de la segunda mitad del siglo XX y migrar a sistemas democráticos, sufrimos, de parte de algunos gobiernos, incoherentes con la democracia misma, de fuertes medidas para tratar de controlar y hasta neutralizar el trabajo de periodistas investigativos y medios de comunicación. Hoy, cuando la ola de los autodenominados gobiernos progresistas se tomó buena parte de América, sufrimos la persecución más rabiosa, sistemática, y contraria a la democracia, representada en cierre de medios, captura de la opinión, persecución a periodistas, autocensura obligada, y periodistas de banquetes, puestos en plumas de ganso, a sueldo, para que no ejerzan su profesión, y se conviertan así en cómplices por acción u omisión. En Medellín, por ejemplo, encontramos cadenas públicas y algunos medios sometidos al quinterismo. 

Es claro entonces que, frente a la avalancha informativa a la que se accede fácilmente a través de internet y demás tecnologías, frente al inmediatismo de la televisión y la radio, sumados a los gobernantes expertos en amordazar, el único salvavidas que tienen periódicos y revistas es el periodismo de investigación. Y es el que debemos defender, estimular y proteger, ante la corrupción que, lejos de desaparecer, según la promesa petrista, hoy se multiplica y legitima, bajo la aplanadora del congreso, conformada, aademás del Pacto Histórico, por liberales y conservadores oportunistas, verdes, la denominada Centro Esperanza, el Partido Comunes y las curules indígenas, listas a aprobar la reforma política, la reforma tributaria y cuanto engendro necesiten los Progres para perpetuarse en el poder. 

Dura realidad a la que se enfrenta la prensa colombiana e hispanoamericana. Esperemos que ahora no vivamos (como en algunos regímenes dictatoriales, los atropellos contra la información y los periodistas sin distingo de medio. Por eso es necesario resaltar la labor de los buenos periodistas colombianos, encargados, en virtud de su deontología, de informar oportuna y verazmente, develar las cosas oscuras que se esconden tras la “transparencia” que algunos predican, y opinar certeramente, siempre en la búsqueda de una sociedad más informada, equitativa, plural y justa. 

Puntada final: a propósito de lo expuesto, recomiendo a los colegas y a mis lectores en general, la lectura del libro Matar a un periodista. El peligroso oficio de informar, del periodista norteamericano Terry Gould, nacido en 1949, en el barrio Brooklyn de Nueva York, el cual hemos leído con fruición y dolor. En él, usando un lenguaje sencillo, directo, y con notables recursos literarios, en un ejercicio excepcional de periodismo narrativo e investigativo. En él, nuestro autor reconstruye las vidas y el trabajo (y las muertes) de unos periodistas honestos “cuyo único crimen fue contar lo que sabían”.  

Matar a un periodista. El peligroso oficio de informar, dice Joel Simon, director ejecutivo del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), “nos recuerda que el periodismo puede ser un oficio bello y cargado de significado, que su capacidad de combatir la injusticia es enorme y que en todo el mundo sigue habiendo periodistas dispuestos a dar sus vidas por contar la verdad”. Hoy, cuando el monstruo encubierto contra el periodismo ataca, nada mejor que leer libros tan valientes y aleccionadores como el del colega Terry Gould.