5 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Gabriel Poveda, ideólogo del desarrollo industrial

Jose Hilario Lopez

Por José Hilario López 

La Sociedad Antioqueña de Ingenieros y Arquitectos acaba de hacer un homenaje póstumo, en el cual distinguidos conferencistas presentaron múltiples facetas que marcaron el periplo intelectual y profesional del ingeniero y profesor Gabriel Poveda Ramos, como un reconocimiento al valioso legado de este gran colombiano.  

El ingeniero Francisco Restrepo Gallego, uno de los conferencistas participantes en el citado homenaje, se refirió a un texto inédito de principios de los años 90 donde Poveda anticipaba el descalabro económico y social que sobrevendría para el país, por causa de las desacertadas políticas neoliberales del Gobierno Nacional impuestas por el Consenso de Washington, la denominada apertura económica de los años 90 del siglo pasado.  Motivado por mi sabio profesor Poveda empecé a interesarme por la historia económica nacional, que más tarde pude profundizar con el estudio de dos de sus libros titulados “La Historia económica de Antioquia” e “Historia Económica de Colombia en el Siglo XX” y con sus artículos, entre ellos “Ascenso, avance y colapso de la industria colombiana” publicado por la Revista Unaula en 2016, donde Poveda actualiza su tesis de los años 90,  a lo cual sumo el panorama regional que me abrió la tesis doctoral del economista Edgar Moncayo intitulada “Cambio estructural, crecimiento e industrialización en América Latina 1950-2005” 

A continuación, un resumen de los textos atrás referenciados a lo cual agregaré una corta mención sobre las investigaciones pioneras de Poveda, orientadas a ver como el país tomaba conciencia de la necesidad de industrializar sus inmensos recursos carboníferos, que empiezan a materializarse con el proyecto sobre gasificación de carbones y su conversión en metano sintético, que actualmente adelanta la academia antioqueña.  

Poveda dedicó su vida profesional a la promoción del desarrollo industrial del país y a la academia. Fue además un prolífico escritor y divulgador de su pensamiento marcadamente socialdemócrata, en especial con sus columnas de opinión publicadas entre 1985 y 2014 (Gabriel Poveda Ramos, 2014, Pensamiento crítico:  una recopilación periodística. Fondo Editorial Corporación Universitaria Remington).  

A partir de los años 70, América Latina (AL) empezó a cambiar el exitoso modelo de desarrollo, basado en la producción de manufacturas para atender el mercado interno y con remanentes significativos para exportación, por un sistema centrado en la explotación de recursos naturales para satisfacer las demandas de las grandes potencias. Entre 1930 y 1970 la industria manufacturera en AL impulsó altas tasas de crecimiento del PIB, así como de la productividad y el empleo, indicadores que a partir de los 80´s empezaron a sufrir un progresivo deterioro. 

Entre los 50´s y los 80´s, bajo la activa participación del Estado y con el liderazgo de la Cepal, se consolidó en AL el modelo de industrialización que se conoce como el “modelo de industrialización basado en la sustitución de importaciones”. Pero esta bonanza sólo duró hasta cuando el proceso de industrialización perdió impulso, reduciendo, primero, sus tasas de crecimiento para después entrar, a finales de los años ochenta, en una profunda crisis, que en varios países condujo a la instauración de regímenes dictatoriales.  

La apertura de los mercados a que nos obligó el Consenso de Washington de finales de los 80´s significó un nuevo golpe a la ya maltrecha industria latinoamericana, que condujo a estas economías a depender de la exportación de materias primas en bruto. Durante la bonanza de las exportaciones de manufacturas, lamentablemente, no se crearon las condiciones propicias para el desarrollo de una agroindustria tecnificada ni para agregar valor industrial a las futuras exportaciones mineras.  

Ahora, siguiendo a Poveda, centrémonos en el caso colombiano. El país inició su industrialización desde los primeros años del del Siglo XX, pero el gran despegue se logró en el cuatrienio 1922-26, gobierno de Pedro Nel Ospina, quien, entre otras realizaciones, dio estímulo y protección arancelaria a la industria nacional, lo que permitió el surgimiento de industrias  textilerías, metal-mecánicas y de alimentos en Antioquia; de los ingenios azucareros en el Valle del Cauca y en la Costa Caribe; de industrias tabacaleras y de alimentos en Santander y talleres metalmecánicos en los principales centros ferroviarios. Después de la crisis mundial del 30 y hasta los años 70 llegaron gobiernos progresistas, de orientación keynesiana, que enrutaron nuevamente al país en la senda del desarrollo industrial. 

En 1945 el sector de la industria generaba ya el 15% del PIB del país. El decenio 1945 – 1955 marcó un continuado proceso de ampliación de las empresas, de sustitución de importaciones, de inversión en equipos industriales y de diversificación de la producción. En 1985 el sector industrial producía el 20% del PIB nacional y en 1990 llegó a aportar el 24%. En el 2019, año prepandemia, la industria manufacturera participó sólo en un 14,09% del PIB nacional. 

Pero en ese mismo año de 1990 todo empezó a derrumbarse, bajo el gobierno de Cesar Gaviria y sucesores, con sus nefastas  políticas neoliberales dictadas por su amo del norte que nos llevó a abolir las protecciones arancelarias, a  vender las empresas estatales, a arrebatarles a los trabajadores las prestaciones sociales conquistadas en decenios de luchas sindicales, a privatizar los servicios públicos, a vender o liquidar los bancos oficiales, a suprimir todas las políticas y las instituciones de fomento, y otros varios despropósitos. La agricultura, que abarcaba cuatro millones de hectáreas al caer la centella de Washington y el paramilitarismo, entró en un desastroso retroceso que redujo hasta sólo tres millones de hectáreas en 2016. Según el DANE, el área cultivada en 1999 era de 4,3 millones de hectáreas, sin que el Gobierno Nacional muestre interés en el desarrollo agrícola, primer punto de los Acuerdos de la Habana. 

Y remata Poveda: “En los últimos veinte años el acelerado proceso de desindustrialización ha mutilado el aporte del sector fabril al PIB nacional hasta la paupérrima cifra de once por ciento (dato del 2016), que era lo que marcaba en los años posteriores a la Gran Crisis de los años treinta. Es decir, que el funesto modelo del Consenso de Washington, secundado por gobiernos serviciales ante intereses extranjeros, ha hecho retroceder a Colombia, al menos en este sentido, en algo así como ochenta años”. 

Me queda poco espacio para los aportes de Poveda a la industrialización de los carbones, lo que obliga a limitarme a resumir lo que escribió en su columna del 7 de agosto de 1992, publicada en el Periódico El Colombiano. 

Hay por lo menos seis maneras de aprovechar lo carbones antioqueños: 1). Generación eléctrica en una planta con las más avanzadas tecnologías de combustión y ciclo combinado. 2). Procesamiento del carbón en una retorta de pirólisis para obtener productos químicos de gran valor industrial. 3) Gasificación del mineral para producir un combustible doméstico e industrial, lo que lo que sería más económico que transportar gas natural desde el caribe colombiano o importarlo, como ahora se pretende. 4) Producción de carborundo, el abrasivo industrial por excelencia 5) producción de mezclas densas de carbón disperso en agua y en ACPM, un combustible limpio, versátil y barato para calderas y hornos industriales 6) Producción de briquetas, la única iniciativa de Poveda que logró materializarse, pero que inexplicablemente el gobierno departamental no supo administrar y tuvo que liquidar en la pasada década. 

P.D. Ya se encuentra en librerías mi libro “Las ciencias de la tierra, el legado de Juan de la Cruz Posada.