6 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Fracking, una visión desde la academia

Jose Hilario Lopez

Por José Hilario López 

La Universidad Nacional de Colombia (Unal), en respuesta a una serie de preguntas que le fueron formuladas por el Consejo de Estado, en 2020 produjo un valioso y completo estudio sobre los riesgos asociados a la explotación de yacimientos no convencionales de hidrocarburos (YNC) por medio del fracturamiento hidráulico, técnica conocida como fracking1´. Este estudio, extrañamente poco divulgado entre la opinión pública, que en parte me propongo comentar a continuación, toma hoy gran importancia ante los anuncios del Gobierno Nacional relacionados con la prohibición de nuevas licencias de exploración de hidrocarburos, que incluye los pozos pilotos programados para la investigación de la viabilidad de explotar gas natural almacenado dentro de las rocas generadoras.  

Con base en el informe de Unal, el pasado marzo el Concejo de Estado, en respuesta a una demanda de nulidad interpuesta por la Clínica Jurídica de Interés Público de la Universidad del Norte, ratificó la legalidad de la reglamentación para la exploración y explotación del fracking, avalando la luz verde ya existente para estos proyectos. No obstante lo anterior, la nueva ministra de Minas y Energía acaba de anunciar que Colombia no volverá a firmar contratos de exploración de gas, por lo que en el eventual escenario que se pierda la autosuficiencia energética se importará este combustible desde Venezuela. 

Desde mediados del siglo pasado la industria petrolera ha utilizado la técnica del fracturamiento hidráulico para la explotación de yacimientos convencionales. Con el propósito de aumentar sus reservas, desde hace unas dos décadas varios países empezaron a explotar yacimientos no convencionales de gas y petróleo en YNC mediante fracking. El país que más ha utilizado esta técnica es Estados Unidos, lo que le ha permitido no sólo superar la dependencia de petróleo importado, sino llegar a ser exportador de crudo.  

El desbordado afán de algunos países por lograr la autosuficiencia energética condujo a la masificación del fracking, sin una una previa evaluación de los riesgos de esta práctica conlleva para el entorno natural y las comunidades. Esta situación se presentó principalmente en Estados Unidos, donde el subsuelo es propiedad privada, situación que facilitó a muchos pequeños propietarios el participar en el negocio con poco control por parte de las autoridades ambientales, situación que no debería llegar a darse en Colombia, donde la propiedad de subsuelo es del Estado y que, para la implementación de esta técnica, se ha venido trabajando en una reglamentación con altos estándares, la cual es susceptible de ser mejorada. 

El debate sobre la conveniencia o inconveniencias del fracking en el mundo se centra en las eventuales afectaciones a los ecosistemas y entornos socioeconómicos, relacionados con: recursos hídricos, calentamiento global, ocupación del territorio, salud humana y transición energética. Por ahora, me limitaré a las afectaciones a las aguas, tanto superficiales como subterráneas, el recurso que origina el conflicto más sensible con las comunidades. 

Entre los principales riesgos que el fracking puede generar a las aguas, se consideran: la sobre explotación del recurso (el fracking demanda gran cantidad de agua) y contaminación de las aguas superficiales con los químicos, que requiere la explotación del hidrocarburo.    

De acuerdo con experiencias internacionales, es evidente que, aunque los riesgos asociados al fracking y a sus actividades conexas se pueden presentar en cualquier proyecto de este tipo, independientemente de la zona geográfica donde esté localizado, la valoración de tales riesgos se debe hacer para cada caso, teniendo en cuenta las particularidades de los territorios involucrados. En otras palabras, el fracking no se debe considerar como una técnica inmutable que inexorablemente causará los mismos impactos, independiente del territorio donde se lleve a cabo y de la escala de intervención que se considere.  

El primer proyecto piloto de fracking en Colombia autorizado por la Agencia Nacional de Hidrocarburos a Ecopetrol, denominado Proyecto de Investigación Kale, se localiza en las vecindades de Puerto Wilches, en un entorno geológico e hidrogeológico bien conocido por parte de petrolera nacional, donde se han perforado números pozos para la exploración y explotación de petróleo convencional, lo que garantiza unos mínimos impactos a los recursos hídricos. El Proyecto Kale, hay que recalcarlo, es un experimento, que sólo busca conocer si existe gas atrapado en la Formación La Luna, la roca generadora del petróleo en el Magdalena Medio y si es posible extraerlo económicamente sin afectaciones a los recursos hídricos y bióticos del territorio. Prohibir el proyecto piloto Kale equivale, ni más ni menos a condenar la investigación en Colombia y, sobre todo a rechazar la posibilidad de llegar a alcanzar la soberanía nacional de gas natural, el energético esencial para la transición hacia las energías renovables no convencionales, en que está empeñado el Gobierno Nacional. 

Según Unal, la exploración y explotación de YNC mediante la técnica del fracking, desde el punto de vista económico, presupuestal y social es beneficiosa para los intereses del país, pues se trata del aprovechamiento del gran potencial geológico representado en gruesos paquetes de rocas sedimentarias, hasta hace poco tiempo, sólo considerados como rocas generadoras de hidrocarburos. Como lo anoté atrás, la zona de Puerto Wiches es ideal para iniciar los proyectos piloto. 

Creo que el presidente Petro se equivocó al nombrar ministra de Minas y Energía a una filósofa, reconocida activista en la lucha por la protección de los ecosistemas, cuando ya tiene en el Ministerio del Ambiente a una profesional con el mismo perfil: dos ministras de ambiente y ninguna o ninguno que promueva la explotación sustentable de nuestros bienes no renovables. 

Los autores del informe de UNAL son los profesores e investigadores: Sergio Lopera Castro, ingeniero de petróleos, magister en economía y doctor en economía aplicada; Pedro Nel Benjumea Hernández, ingeniero de petróleos, magister en ingeniería del gas natural y doctor en Ingeniería y Gustavo Adolfo Sarmiento Pérez, geólogo y doctor en geociencias.