“La degradación ética y moral de los partidos permeó dirigentes, degradó la cultura política ciudadana y convirtió la política en instrumento para el festín de lo público”
Por Marcos Silva Martínez
No hay partidos. Hay organizaciones para cazar votos y disputarse el poder y el manejo de lo público. De tal contagio no son inmunes las organizaciones autodenominadas de izquierda y/o progresistas e independientes.
Son causa fundamental de la precaria, mediocre y clientelizada estructura del poder y de la controvertida y débil institucionalidad.La institucionalidad opera bajo directrices del poder de turno, definidas según sus conveniencias. Bajo esa condición y a través del clientelismo y la politiquería, desnaturalizan y fragilizan el equilibrio de poderes. El equilibrio de poderes es imprescindible para lograr un aceptable sistema democrático. Sus efectos evidentes se traducen en impunidad y corrupción, como impera en Colombia.
Es lo que ocurre hoy con la derecha y ultraderecha en el poder. La implacable saña contra los acuerdos de paz con las Farc (partido Farc) y sus órganos de acción y desarrollo obedece al obcecado propósito de dominio del poder político y económico y a la defensa del clientelismo y la impunidad, para sus círculos de poder. (Lea la columna).
Más historias
¡GANGAZO! Espectacular finca Atardeceres, en Valparaíso, en el suroeste de Antioquia
¿Dónde está la plata de la alcaldía de Quintero?: Fico Gutiérrez
Se nos fue Mauricio Álvarez, el padre del archivo sonoro más grande de la selva de América Latina