2 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Jodario: Ni vino ni chontaduro

 

Por Gustavo Alvarez Gardeazábal (foto)

Si nos ponemos a revisar las medidas que hoy pretenden aplicar en el país para hacerles perder la paciencia a muchos ciudadanos y generar un rechazo al gobernante o a los uniformados que lo hacen, nos encontraremos que ellas fueron patrocinadas por el gobierno de Santos  y por un Congreso de ciudadanos, incapaces en su momento y aún ahora, de prever las consecuencias de lo que redactaron como leyes. Del cacumen del gobernante de entonces salió la luminosa idea llamada “Código de Policía” que pretendió asemejar este país de costeños mamadores de gallo, de paisas ventajosos y de vallunos adormilados pero indisciplinados todos, hijos de la mezcla, del arrebato y de la furia, con los suizos adocenados por siglos en la obediencia al estado y a quien lo administra. Pero también de ese mismo gobierno y de esos mismos congresistas miopes, surgió la llamada Ley de Licores que entregó al director del Dane la propiedad de la cifra mágica que sirve para calcular el precio de venta de los licores tradicionales, ron, aguardiente y vinos importados.

De esos dos esperpentos se derivan hoy las provocaciones que estamos empezando a medir en su magnitud hiriente. Por esas medidas de los congresistas y un afán desmedido de la Policía que dirige el Ministro de Defensa de aplicarlas a rajatabla, vemos cómo se les prohíbe comer en la calle la empanada que es casi que el plato nacional y el chontaduro que se volvió un orgullo gastronómico y una disculpa para la arrechera. Pero como nos estábamos aproximando a la evolución mundial y a la cultura universal, también se ordena la masacre del vino en Colombia (como lo dijo Pamela Villagra en El Tiempo) poniéndolo inalcanzable hasta para el gomelo director del Dane que lo ejecuta contra el paredón. En otras palabras, también se le arrebata al colombiano un pedazo más de felicidad. Ni vino ni chontaduro ni empanada.

Bogotá sin árboles

Como quien oye llover, los medios repiten una y otra vez que la crisis ambiental de Bogotá es culpa de los camiones y buses viejos que funcionan con diesel. Que la capital del país tiene un rezago de 15 años (los 12 de la izquierda y los 3 de Peñalosa) en el plan de descontaminación. Que a eso le agregan los fenómenos metereológicos y el tal calentamiento global. Todo es posible, pero como Bogotá no es como Medellín, que tiene mayúsculas fronteras físicas con las altas montañas que la rodean por los cuatro costados, y en donde el verano siempre concentró lo que hace 50 años llamábamos ”la calima“ y ahora denominan contaminación atmosférica, la verdad hay que buscarla en otra parte y frenarla antes que lleguen los 500 buses de Volvo que no dejan circular en Alemania.

Bogotá, que no tiene las montañas de Medellín porque solo le estorban los cerros orientales, posee chimeneas de fábricas a las cuales nadie ha obligado a tener filtros cada vez más estrictos y, lo que es peor, los filtros naturales que podría haber mantenido los mandaron talar. Otra habría sido Bogotá donde los árboles hubiesen crecido a lo largo y ancho de sus calles, carreras y avenidas  y las moles de ladrillo y acero hubiesen tenido esos pulmones para que respirara. Pero alcalde tras alcaldes los fueron cortando por una razón o por la otra y este último, el señor Peñalosa, los ha masacrado miserablemente pagando mentiras para talarlos y como él es imperturbable en su prepotencia, de nada le sirvió que lo criticaran en todos los medios. Él, dizque graduado en Paris, quería tumbar todos los árboles de Bogotá para sembrar los mismos que tiene en sus avenidas la capital francesa y como su palabra viene desde lo alto, lo dejaron que siguiera destruyendo los pulmones de Bogotá o que los cambiara por bolardos. No hay pues necesidad de buscar el ahogado rio arriba. Si Bogotá tuviera árboles no estaría en las emergencias de hoy.

@eljodario