27 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Jodario: Bombillo rojo @eljodario

 

Por Gustavo Alvarez Gardeazábal (foto)

Aunque el sanedrín que rodea al expresidente Uribe no haya dejado de ser el costurero con que pareció iniciar su periplo como partido político, debería por estos días analizar lo que está sucediendo en su interior y las significativas manifestaciones que han ido adoptando sus feroces enemigos, despertando sentimientos antiuribistas cada vez más generalizados.

Algunos episodios podrían obligar a ese análisis: 1. La aparición de pasacalles en varios municipios del oriente antioqueño, siempre tan cerreramente uribista, advirtiendo que no votarán más por el atropello y no lo harán por ningún candidato del Centro Democrático. 2. La mayúscula rechifla de que fue objeto el mismísimo senador Uribe en el parque de Itagüí el pasado domingo cuando presentaba a Guerra, su candidato a la gobernación y a doña Rosa, la pretendiente a la alcaldía de ese municipio  y 3. El tremendo bajón que ha sufrido en las encuestas de Cali la popularidad del presidente Duque (apenas llegó al 19 %) y paralelamente el desmoronamiento de la candidatura del Chontico Ortiz desde cuando el senador Uribe le dio su apoyo público descartando al candidato que habían acordado.

Esos tres factores vistos independientemente pueden ser compensados con la marcha avallasadora de Ramos en Medellín o con el aumento del número de concejales que se ve venir en varios municipios. Pero si se miran en conjunto y se valoran junto al aire divisionista que ha ido creciendo en las huestes uribistas en departamentos como Valle, Risaralda y Huila. Y si a todo esto se le suma el alto significado que encierra el rechazo en Antioquia donde Aníbal Gaviria tiene todas las de ser gobernador por encima del candidato de Uribe, habría que pensar que se han prendido bombillos rojos en el rebaño del expresidente y que así sus enemigos no lleguen a ser más que ellos, van a explotar mediáticamente los resultados.

VOLVIERON

Desde la semana pasada la carretera que lleva de Armenia a Popayán volvió a llenarse de venezolanos caminantes que huyen de su patria y buscan pasar al Ecuador. Como existen muy pocas casas de paso donde puedan bañarse, alimentarse y retanquear sus reservas de esperanza, aprovechan el verano de agosto para seguir caminando en procesiones dolorosas con sus corotos metidos en bolsas plásticas de basura, sus niños de brazos y la angustia como aliciente. Pero el desespero ya se les nota. Saben que el 26 de agosto para poder ingresar al Ecuador requieren pasaporte, visado humanitario que solo se entrega en el consulado de Bogotá, pasado judicial apostillado y 50 dólares.

La gran mayoría de los caminantes no tienen todos los requisitos que el presidente Lenin Moreno les ha impuesto. Tendrán entonces que devolverse a Colombia, refugiarse en Ipiales o intentar pasar la frontera por alguna trocha para correr el riesgo que las tropas de Lenin los deporten. Uno no sabe si el alcalde de Ipiales ha medido lo que puede pasarle desde el 26.O si el gobernador de Nariño le  agregará a su agenda de las 50 mil hectáreas de coca perseguidas por el glifosato, estos nuevos dolores de cabeza que se cuajan en el departamento. Los que sí sabemos que no harán nada serán los gobernantes de la Casa de Nariño encabezados por la ministra del Interior. Ella, como todo el acucioso gabinete ministerial, siguen esperanzados en que la palabra del presidente Duque, pronunciada hace 7 meses, en el sentido de que ”Maduro tenía los días contados”, va a volverse realidad. Mientras tanto, las carreteras del  Valle, Cauca y Nariño siguen dando la imagen de un éxodo que los racistas y xenófobos quieren estigmatizar, pero que no pasará jamás de ser un cuadro dolorosísimo que ni por redes se puede narrar porque llena de vergüenza

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