5 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

EL gobernante que necesita Colombia no será el elegido

Jorge Alberto Velasquez Pelaez

Por Jorge Alberto Velásquez Peláez 

Difícil predecir hoy quién será el próximo presidente de los colombianos, pero solo hay tres candidatos con posibilidades de lograrlo: Gustavo Petro, Sergio Fajardo y Federico Gutiérrez.  Todos los demás son simplemente oportunistas comodines que desde que se presentaron como precandidatos sabían que no tenían oportunidad alguna, convencidos de que con un poco de aparición pública lograrían luego adherir a una de las campañas con opción ganadora, para posterior recompensa en el disfrute de las mieles del poder, especialmente de los contratos y burocracia. 

No todos ellos son malos, e injusto sería desconocer, por ejemplo, que Jorge Robledo era sin duda el más inteligente y trabajador, y en todos los campos, el más preparado entre cuantos estuvieron en el partidor de la carrera presidencial, incluidos los actuales candidatos; o injusto también no aceptar que Humberto de La Calle merecía mejor suerte; pero en general predominaron la incompetencia de los precandidatos, la cantidad por encima de la calidad, la politiquería superando a la sinceridad, la pobreza intelectual y hasta humana de muchos de los aspirantes, y la demostración palpable de lagartería, oportunismo y capacidad de estorbo, de la que han hecho gala algunos, particularmente la señora Ingrid Betancur. 

Tenemos después de un costoso y absurdo proceso de ratificaciones y de consultas, una terna de presidenciables, y en los próximos días conoceremos al afortunado elegido, al sucesor de Duque. Pero no será el ganador, sea quien sea, el gobernante que necesita nuestro país. ¿Por qué? Porque en esta campaña presidencial lo que menos ha importado a los colombianos es la calidad, experiencia, conocimiento, inteligencia, y propuestas de los candidatos.  

Nadie votará considerando el perfil de cada aspirante de acuerdo con las exigencias que se deben imponer para que por fin el solio de Bolívar sea ocupado por un verdadero estadista, porque la elección se hará no para elegir al mejor sino para “evitar que…”.  

En efecto, si Petro es el elegido, lo lograría gracias a quienes ven en Él la forma de evitar que el uribismo siguiera manejando a Colombia, o, que se continúe con la estela del mal gobierno próximo a terminar; si Petro pierde, lo haría porque la mayoría de los votantes se convencieron de que no llevar al palacio de Nariño a Fajardo o a Fico era permitir que Colombia se convirtiera, por culpa del publicitado “castrochavismo”, en otra Venezuela.  

¿Y las propuestas de Petro, Federico y Sergio, si acaso existen? A nadie interesan, pues la mayoría de los colombianos hoy solo piensan y se dejan llevar por sus temores, infundados o no; por posverdades fabricadas por la izquierda, por el centro y por la derecha; por mentiras con denominaciones de origen y claramente demostrables como tales, pero sin deseo de ser controvertidas por nadie; por medios de comunicación quitándose las caretas al igual que se las quitan los medios competidores. 

No elegiremos a quien tenga la capacidad de trabajar por 22 millones de personas que se encuentran por debajo de la línea de pobreza; a quien no favorezca a multinacionales en la explotación de minerales e impida atropellos a pequeños mineros  y comunidades; a quien se atreva a darle sepultura a la gran mermelada que se utiliza para mal gobernar en complicidad con los corruptos políticos tradicionales; a quien logre reformar la justicia; a quien encarcele a los que roban los comedores escolares; a quien evite los asesinatos de líderes sociales; a quien logre silenciar a aquellos que cuando tuvieron el poder nunca hicieron nada de lo que ahora con pasión política reclaman.   

De otra parte, La globalización cumple más de treinta años, sin que hasta el momento ninguno de nuestros gobiernos haya hecho nada para convertir a nuestro país en uno de los ganadores con ella, por crecimiento sustancial de las exportaciones de manufacturas y de servicios; por la atracción de inversión extranjera en sectores generadores de empleo y propiciadores de transferencias de tecnologías y de conocimientos —la inversión extranjera directa en Colombia se concentra en hidrocarburos y minería, que no es otra cosa diferente a comprar subsuelo barato—; por el fomento exportador que permita la aparición de nuevos renglones de la producción con amplias posibilidades en los mercados internacionales; y por la recuperación, entre muchos otros deseados y necesarios propósitos, de sectores otrora grandes protagonistas de nuestro comercio exterior, y hoy deprimidos con paso acelerado hacia la extinción.  

Los gobiernos de Uribe y de Santos se limitaron a la firma de tratados de libre comercio como si ello fuera suficiente para globalizar una nación como la nuestra, y por culpa de ellos, y del actual mandato de Duque que no realizó ninguna acción correctiva, el país sigue sin dar el primer paso hacia su necesitada internacionalización.  

Colombia no está tan mal como debería, gracias —si así puede decirse— a la importancia de su economía sumergida o subterránea, sobre la cual nadie habla ni escribe pues es mejor que permanezca también sumergida en la ignorancia del pueblo colombiano en general.  

El país necesita un presidente con mentalidad global, que comprenda muy bien cómo se comporta ese entorno de las relaciones internacionales en todos los campos, y que con conocimiento e inteligencia aproveche los espacios que se muestren favorables para la oferta de servicios y de productos nacionales.  

El nuevo mandatario, conociendo los candidatos, será de “orientación hacia adentro” como muchas de nuestras empresas, y político, como aquellos que lo rodearán en su gobierno cobrando los favores por el acompañamiento también político que le dieron durante su campaña.