26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Eln, una ‘bacrim’

 

El Eln aprovechó el ingenuo cese del fuego que le regaló Santos para crecer y multiplicarse.

Por Mauricio Vargas (foto)

El salvaje atentado cometido en la Escuela de Policía General Santander, en Bogotá, por terroristas de un frente del Eln en Arauca, con saldo de 21 muertos y decenas de heridos, es un dramático recordatorio de lo que algunos –en medio de cierta soledad– advertimos durante las negociaciones del gobierno de Juan Manuel Santos con las Farc: que firmar los acuerdos de La Habana podía equivaler a la desmovilización del grueso de esa guerrilla, pero estaba lejos de significar la llegada de la paz.

La razón que justificaba esas dudas es la persistencia del fenómeno del narcotráfico, que no solo alimenta a decenas de grupos mafiosos, sino también, y desde hace muchos años, al Eln. La vieja guerrilla, surgida a mediados de los sesenta e inspirada en el castrismo cubano, casi desapareció a fines de los setenta, golpeada por las divisiones internas y las derrotas militares. Renació en 1983, cuando la Mannesmann, firma alemana constructora del oleoducto Caño Limón-Coveñas, le pagó varios millones de dólares a ese grupo terrorista para que permitiera desarrollar las obras, en una extorsión en la que asomó la siniestra figura del mercenario alemán Werner Mauss. (Lea la columna).