4 octubre, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Crónica # 696 del maestro Gardeazábal: soplan vientos torcidos

@eljodario

Casi siempre se sabe cuándo comienzan las cosas, pero muy pocas veces donde van a terminar. El maremágnum que envuelve ahora al presidente Petro comenzó con la entrevista que, a una fémina, la antigua esposa de Nicolás Petro, le hace otra fémina, Vicky Dávila, la directora de Semana.

Aumentó de tono y vibración cuando la misma Vicky le hace la entrevista a la empleada de Laura, la secretaria adjunta de Petro y estalla cuando también Vicky publica los audios de Benedetti cual si hubiesen sido ensartados con aguja capotera a esta historia que ahora se desenvuelve, pero que nadie sabe dónde terminará.

El primer resultado de su evolución es el tsunami en que el presidente Petro ha terminado estancado como el pajarito de Twitter, herido en un ala y con el pico retorcido y a punto de abandonar la escena. El hecho de que todavía resuene en los oídos de los colombianos la frase amenazadora de Benedetti repitiendo que puede contar de donde llegaron los quince mil millones de la campaña de la Costa, ha terminado ensartado por la misma aguja capotera al proceso penal que de manera estruendosa (quizás innecesaria jurídicamente, pero de un impacto del carajo publicitaria e internacionalmente) le han iniciado al hijo de Petro.

Como tal entonces, es muy difícil otear hacia donde se dirige todo y cuál va a ser el resultado final, pero es obvio que el gobernante ha quedado desarmado.

Para la imaginación popular y para la de los integrantes de la cooperativa de contratistas que fungen como congresistas, han puesto automáticamente en remojo la vigencia del presidente. Y no es que Petro se vaya a caer porque le metieron su hijo a la cárcel, es que lo dejan baldado y en lista de espera para negociar sus reformas.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.

Y eso, en las circunstancias actuales con su equivocada manera de gobernar, lo somete a un vaivén de vientos encontrados y, algunos de ellos muy torcidos, por lo que no podrá escaparse del ventarrón sin claudicar.