6 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Confinamiento total para los analistas económicos

Jorge Alberto Velasquez Pelaez

Jorge Alberto Velásquez Peláez

Son cientos de miles las personas contagiadas por la pandemia moderna que, sin embargo, al menos por ahora, ha resultado ser menos letal que sus antecesoras (viruela, sarampión, peste negra, gripa española, Sida), aunque no por ello desatendida, pues por el contrario, ha sido objeto de consideración global con el otorgamiento de cuantiosos recursos económicos y humanos para su prevención, control, cura, e investigación, quizás por ser éste, el virus Covid-19, el único logro de la pretendida democracia universal o cosmopolita, lo único que ha logrado unir a los humanos, pero unirnos en el temor, pues todos somos potenciales víctimas, sin distingo de credos, razas, género, ni posiciones sociales.

El potencial asesino es, según palabra de origen griego, isónomo, esto es, que a todos nos trata por igual: igual al millonario Luis Carlos que al vendedor de chontaduros Lucumí, igual al corrupto político criollo que al Papa Francisco, igual al cantante de fama mundial que al “merendero” de pueblo. Si el Covid-19 solo hubiera llegado a África no sería esta “vedette” del momento.

La peste del nuevo mundo del 5G llegó sin avisar, y por ello, casi desprevenidamente, muchos han muerto en soledad, sin besos y sin abrazos, rodeados por “virtualidad familiar”; las manos sin poderse entrelazar ni acariciar, ni limpiar con sus dedos una gota de sudor o una lágrima de amor; manos reemplazadas por un celular, testigo sin espíritu de una despedida, instrumento inerte que acompaña a una vida que se apaga en horrible soledad.

Y vamos sobreviviendo, a la espera de lo que ocurrirá día tras día, agobiados por la incertidumbre, aferrándonos a las esperanzas entre verdades y mentiras, enterándonos de tristes pero hermosas historias de vida, alegrándonos de finales felices, aprendiendo a ser humanos pero sin dejar de despreciar a tantos que como tal no actúan.

Y en medio de todo esto encontramos grandes titulares de noticias que nos dicen lo que nadie quiere oír, lo que a nadie interesa, lo que es obvio y no se debe repetir, lo que se espera y nadie quiere saber, lo que preocupa y ensombrece futuros, lo que se propone sin que nadie lo pida, lo que necesita hacerse sin que nadie por el momento lo pueda o lo quiera hacer.

Son los informes gubernamentales y de entidades especializadas, son los análisis de los expertos económicos, son millones de palabras que nos llegan hoy en un idioma absurdo e ininteligible, inoportuno e insensible.

¿Qué carajos le importa hoy a la gente que la economía colombiana haya crecido en los primeros  meses, pero que desde marzo no lo hace? ¿Para qué Procolombia nos habla del potencial de exportación de servicios, si ni siquiera sabemos si tenemos potencial de vida, o posibilidades futuras de prestar nuestros propios servicios?

El ministro Carrasquilla anuncia la necesidad de una nueva reforma tributaria, y los analistas se emocionan publicando sus propias opiniones con alternativas.

Se publican las fortunas de los 15 hombres más ricos de Colombia, la caída hoy del dólar que ayer subió, y el desplome de los precios del petróleo.

Preocupación nacional, nos dicen esos expertos, por la caída de las ventas de carros y de motos, mientras que otros se concentran en la discusión sobre los  créditos para las pymes, con Bancoldex diciendo que sí mientras Bancolombia dice que no.

Por favor, confinemos esas noticias, o confinemos a quienes las producen y a quienes las publican.

Ya sabemos una cosa muy importante: estamos afrontando una pandemia, la gente no puede salir o lo hará de manera selectiva; caerán las ventas, no habrá turismo, las aerolíneas están en tierra y los buses no podrán libremente transitar; los supermercados venden menos, y las empresas no confeccionan tanta  ropa pues no hay necesidad ahora de “estrenar”.

Todo eso se resume en lo siguiente: menos producción, menos ganancias, más desempleo, más inseguridad, más pobreza, más incertidumbre, menos inversión, etc., etc.

Ya lo sabemos, y lo deberemos afrontar cuando el riesgo de muerte lo superemos, o lo afrontaremos paso a paso mientras vamos superando la crisis hasta llegar a la solución final.

Hoy lo importante es la gente, es la humanidad, y en medio del temor y de la incertidumbre, en medio de la certidumbre dolorosa que ya alcanzó con la muerte a muchos, ofrezcamos lo mejor, como un bello poema, un libro para leer, un virtual paseo por un museo, un humorista o alguien similar -como un político hablando de honradez-, o una dedicatoria lejana de amor.

Aplaudamos a los ángeles de la salud, vivamos con ellos sus historias de compromiso y de incomprensión. No jodamos más con las cifras, que hoy solo producen dolor.