Las quejas van de casa en casa en Puerto Las Palmas, la aldea donde viven, en los límites con Venezuela.
Por Héctor Velasco
Agencia AFP.
La siembra prohibida se había disparado y la región colombiana de Catatumbo era un mar verde de cultivos de coca. Pero Alex Molina nadó a contracorriente y convenció a otros de seguir sus pasos: arrancar las matas a cambio de promesas que el Estado cumple a cuentagotas.
Arrepentimiento. Rabia. Cansancio. A los 34 años, Molina rumia su frustración camino al encuentro de familias agobiadas como él que denuncian retrasos e incumplimientos oficiales.
Las quejas van de casa en casa en Puerto Las Palmas, la aldea donde viven, en los límites con Venezuela. Hay «niños aguantando hambre, familias desesperadas por no tener ningún tipo de ingreso», denuncia este líder comunitario. (Lea el análisis).
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