10 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Aquí no hay voluntad de reconciliación

Claudia Posada

Por Claudia Posada 

Somos muchos, creo, los que estamos seguros de que, en este, nuestro mundo, no hay ángeles, ellos son de otra dimensión, y demonios podemos tener entre nosotros (no tienen cachos y cola, ni nos van a llevar al infierno, ellos viven su propio averno); así las cosas, obviamente todos tenemos nuestras flaquezas, debilidades, defectos, pero también virtudes y cualidades. Pero eso sí, no sabemos qué pensar de ciertas conductas, actos y actividades, que parecen obedecer a mentes muy trastornadas por el daño que hacen: Violentar niños; desplazar familias; violar mujeres; golpear animales (y hasta matarlos en algunos casos); sacar de sus casas muchachos buenos para que, con engaños, crean que serán llevados a laborar honestamente; acuchillar y abandonar seres humanos para que mueran sin auxilio alguno; perseguir líderes sociales cuya misión es propender por la defensa de los derechos humanos en su entorno, tarea que se han propuesto desde su propia iniciativa en favor de los débiles; todo esto y otras atrocidades son parte del día a día, hace muchos años, en Colombia.

Nuestro país está muy enfermo. Bueno, no el país, Colombia es tierra fértil, privilegiada en aguas, paisajes, climas… y lo grandioso: gente entusiasta, optimista, alegre, solidaria, resiliente… pero muy golpeada. Las ilusiones nos son pisoteadas, los emprendimientos son pulverizados porque hay poderosos que no aceptan proyectos de gente “común”; esos pocos que concentran “lo grande del país” su “construcción de cuarenta años” relaman el derecho a seguir siendo los únicos que “aman a Colombia”, como si “los otros” no la quisieran, también: y “vivir sabroso como los de siempre”, sin muchas exigencias claro, simplemente pidiendo un poco de bienestar para sus hijos y familias, en el que por igual es su país amado.

Apareció una promesa de cambio. Una inmensa población de colombianos sintió que su corazón se inundaba de esperanzas. Otros, muchos también, percibieron una amenaza. Por cien, quinientos o miles de votos, da lo mismo en una democracia: perdieron. Pero eso no estaba en algunos cálculos. Las clases dominantes no podían renunciar a que, lo ya acumulado por décadas, pudiera democratizarse. Pero recordaron entre ellos, hay estrategias, y la mejor, demostrada en la historia, era sembrar miedo. Las tácticas tenían que funcionar igualmente en Colombia. Había una fortaleza para “bombardear” al pueblo:  su ignorancia, debilidad que han cuidado mantener, impidiendo que haya oportunidades para acceder a la Educación. Con Luis Carlos Galán, entendimos el poder de la Educación, una bandera suya truncada.

Y el miedo sembrado para mantenerse con sus ambiciones, está dando frutos. En las ramas del poder: Ejecutivo, legislativo y judicial, enquistaron “demonios”. Avanzar en propósitos que pudieran conciliarse para el bien común, no hay cabida para el bienestar colectivo. O todo o nada.  Colombia con todas sus fortalezas naturales, con “gente bien”, además, también con perversidades conocidas infames, pero con tanta gente buena, no pueden abrirse espacios para la resolución pacífica de conflictos. Esas teorías bien pueden quedarse en Harvard, aquí no hay voluntad para aplicarlas.