26 abril, 2024

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Vistazo a los hechos: ¿Qué nos dejan los ídolos?

Gabriel zapata

Por Gabriel Zapata Correa 

Cayó el telón y terminó la película de Diego Armando Maradona. Su controvertida vida genera polémica hasta después de muerto, cuando se supone que debe descansar en paz. 

Pero es razonable que así sea, si ese gran escritor Eduardo Galeano lo llegó a definir como un “mujeriego, tragón, borrachín, tramposo, mentiroso, fanfarrón, irresponsable”. 

Sin embargo, genera también controversia que, pese a que era de conocimiento mundial las andanzas de Maradona en el fango del vicio, millones de aficionados al fútbol, y en especial en Argentina, se hubieran volcado a las calles a llorar su ausencia. 

Nadie, absolutamente nadie, puede negar las condiciones de Maradona el jugador. Con la pelota en su pierna izquierda llegó a tocar la gloria y arrodilló el mundo a sus pies. Maradona hizo grande e inolvidable el Mundial de México 86. Era tal la magia que transmitía su prodigiosa zurda, que los jueces de aquel partido frente a Inglaterra no vieron el gol con la mano… Pero esa mágica tendencia de magnificar hasta los engaños de los ídolos llevó a que esa anotación fuera bautizada como “el gol de la mano de Dios”. Una forma de perdonarle que hubiera ocultado tramposamente al árbitro que había anotado violando el reglamento. Tal vez sería un presagio de todas las trampas que haría por el resto de sus días, jugando siempre a la mentira y al engaño. 

Un Maradona verdadero ídolo hubiera tomado el balón y se lo hubiera llevado al árbitro… Porque los ídolos se distinguen por el juego limpio, no solo en el deporte sino en todas las facetas de la vida. Hubiera quedado como un rey absoluto. 

Como decían algunos analistas, es mejor guardar en la retina de la memoria las mejores jugadas y los mejores partidos de Diego Armando Maradona, como lo hacemos de los ídolos verdaderos, como aquellas jornadas históricas de Edson Arantes Do Nacimento Pelé, o qué decir de Lionel Messi, o el mismo Cristiano Ronaldo, de quien el exfutbolista Jorge Alberto Francisco Valdano decía que “se cuida como una monjita y se entrena como un monstruo”. 

Podemos decir, sin riesgo de manchar la imagen de Diego Armando Maradona, que como futbolista logró disfrutar de la gloria como no lo pudo ser como persona. Tal vez le podemos decir a la juventud que no pudo disfrutar de sus proezas con el balón, que no trate de imitar sus pésimos ejemplos de vida. 

¿O cómo puede uno calificar a una persona que volvió públicos sus escándalos en el hogar, hasta el punto que su esposa y sus hijas lo echaron de su residencia? 

Eso es tanto como elevar al mismo nivel de ídolo a Diomedes Díaz, quien dejó 24 hijos. Un papá que deja 24 hijos no puede ser un buen papá. 

Queremos hacer estas reflexiones, porque no podemos distorsionar ni la figura ni el papel que desempeña en la sociedad el verdadero ídolo. Porque no es posible establecer esa dicotomía entre el buen deportista y el buen ciudadano. Consideramos que el deportista o el profesional, en cualquier actividad, debe ser una persona íntegra en todo el sentido de la palabra, una persona útil a la sociedad, un verdadero ejemplo a seguir. 

En este sentido, desde luego que nos quedamos con la definición que hace Valdano de Cristiano Ronaldo, que con las palabras de Eduardo Galeano sobre Maradona. 

Y en este mismo aspecto nuestros deportistas nacionales, especialmente los futbolistas deben aprender la lección, porque los tenemos de todas las categorías, desde borrachines, hasta quienes les pegan a sus mujeres. Hay que aprovechar la vocación formadora del deporte. 

Difícil que el mundo vuelva a producir un jugador del tamaño de Diego Armando Maradona, a quien disfrutamos con la misma intensidad como él vivió sus momentos gloriosos en una cancha. Pero hasta ahí. 

En medio de todo, Maradona sí nos dejó lecciones.