26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Vistazo a los hechos: Los vientos de Nicaragua

Por Gabriel Zapata Correa

El Gobierno del presidente Petro va a cumplir esta semana nueve meses en el poder. Hasta el momento el balance de su gestión es bastante pobre, en comparación con la cadena de promesas que exhibió durante su campaña presidencial.

Sin embargo, es un gobierno prolífico en generar incertidumbre, angustias, inseguridad jurídica y enormes preocupaciones entre los colombianos, que no representan la mayoría de quienes votaron por él y quienes vemos día a día cómo se van derrumbando las instituciones, ante la palabra irresponsable del presidente Petro, quien no ha podido ocultar sus aires dictatoriales, y que le estorban las instituciones.

Desde que él mismo decidió romper la coalición con los partidos Conservador, Liberal y la U, y tratar de romper las estructuras de estas colectividades, arreglando directamente con los congresistas, arreció su discurso radical de izquierda, contra los directivos y los expresidentes de la República denigrando de las instituciones y de la empresa privada.

Petro acudió a un discurso incendiario, recordando sus intervenciones en la plaza pública cuando fue alcalde de Bogotá, acudiendo a frases como estas del filósofo Hegel: “La mayoría de la población no tiene libertad. La libertad consiste en superar las necesidades básicas del ser humano, una persona es más libre entre más satisfaga sus necesidades fundamentales. Si no hay necesidad, no hay libertad”.

Pero Petro fue más allá, en su propósito de sacar la gente a la calle, para meterle presión al Congreso en el proceso de los debates a las reformas a la salud, pensional y laboral, entre otras.

Con esa intención pronunció ese discurso en la Plaza de Armas ante tres mil personas. Y volvió a acudir a la lucha de clases: “Unas elites se han acostumbrado a la mentalidad del esclavista, que no ven la libertad en el otorgamiento de derechos universales. Al contrario, como si la mente se hubiese invertido, creen que entre más derechos se le entreguen al pueblo, menos libertad hay. Ya no creen sino en una libertad recortada que no es más que la de aquellos que puedan comprar y vender lo que quieran”.

Y luego vino su convocatoria a la lucha en las calles: “gracias a esa lucha yo estoy aquí. Si no hubiera sido por ellos, aquí frente a una plaza desierta, estaría uno más de los mismos. Nosotros hemos tratado de cumplir esa directriz de justicia social del pueblo que se expresó en las urnas”.

Y sobre las reformas pensional, laboral y de la salud, el jefe de Estado dijo que “las reformas pueden llevar a una revolución. El intento de coartar las reformas puede llevar a una revolución”, pero que “se necesita que el pueblo esté movilizado, como lo estuvo con Bolívar, Melo, López Pumarejo y Gaitán”.

La respuesta a esta convocatoria del presidente Petro fue inmediata. Al otro día, lunes, unos 500 indígenas se tomaron la Plaza de Bolívar, en una clara, ostentosa y desafiante demostración de poder. Esta Guardia, similar a la campesina fue la que protagonizó el secuestro de 78 agentes de policía y de varios empleados de una empresa petrolera en San Vicente del Caguán, con el respaldo del ministro del Interior, Alfonso Prada y del titular de Defensa, Iván Velásquez, quienes calificaron este acto criminal como un “cerco humanitario”.

Pero el hecho que nos está poniendo a pensar en que cada día nos parecemos más a la Nicaragua del dictador Daniel Ortega, fue el que protagonizó el presidente desde España, con su afirmación de que él es el jefe del fiscal general Francisco Barbosa, y que, como jefe de estado, este tiene que rendirle cuentas de su trabajo.

No hay precedentes en la historia del país, de un presidente que se le hubiera querido imponer a cualquier brazo de la rama judicial, saltándose la independencia de poderes consagrado en la Constitución, por más que él diga que el artículo 115 de la Carta Magna contempla que el mandatario es el jefe administrativo de la nación. Esto no lo podemos aceptar los colombianos, aunque él, con su acostumbrada arrogancia, repita para justificar sus pretensiones autocráticas: “Yo soy el presidente”.

Nos parece muy oportuna la intervención de la Corte Suprema de Justicia con su comunicado, para recordarle al mandatario que debe respetar la autonomía de los poderes en el país, y que, así como no es el jefe de la Fiscalía, tampoco lo es de ninguna de las altas cortes.

No nos gustan estos vientos que nos vienen desde Nicaragua, así al presidente Petro le estorben las instituciones. Y creemos que Colombia está muy lejos de estrenar en el poder a un Daniel Ortega criollo.

Coletilla: De muy mal gusto que el presidente Petro le diga a la prensa desde España, que cambió a los ministros porque “estaban haciendo trampas”. En primer lugar, debió denunciarlos ante la Fiscalía. Y, en segundo lugar, ¿por qué los nombró en embajadas?