30 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Violación abusiva del derecho a la intimidad: nuevo capitalismo de los gigantes tecnológicos

Enrique Batista

Por Enrique E. Batista J., Ph. D. (foto)

https://paideianueva.blogspot.com/

«Solo hay dos industrias que llaman ‘usuarios’ a sus clientes: el narcotráfico y la tecnología»– Edward Tuffe.

Esta es una segunda parte de otro artículo que escribí sobre las estrategias de varios gigantes tecnológicos, una variedad de compañías en la Web, algunos gobiernos y también delincuentes digitales para usurpar con tramoyas leguleyas, engaños o con malware de diversas clases los datos  personales para convertirnos en  mercancía de muy alto valor monetario  o súbditos entusiastas de sus perversos intereses. (https://rb.gy/xlbnvhttps://rb.gy/2jirr).

Los derechos a la intimidad, la privacidad y a una vida digna, libre de cualquier forma de esclavitud, incluida ahora la digital, los posee cada uno por el hecho ser una persona. En el contexto global, la intimidad personal es concebida como un derecho asociado a muchos otros. Vulnerarlo es un quebrantamiento de la ley, un abuso de confianza que, a la vez, viola el derecho a la dignidad humana; es una transgresión de las leyes que con frecuencia está acompañada de engaños, ofensas, agravios, intimidaciones, extorsiones y hasta el robo y suplantación de la identidad. (https://rb.gy/q75pe).

Estamos vigilados en grado extremo, supervisados por unos poquísimos voraces empresarios que sin desmedida gula y desbordados apetitos capturan, con fines empresariales y manipulación de nuestras mentes, los datos personales; es decir, nuestra esencia, incluido el muy personal y secreto ADN.  Nos han convertido en esclavos digitales consolados como pago por el uso, supuestamente gratuito, de una plataforma digital, de un sitio web o de una App. La vigilancia se ha convertido en la nueva avenida que poderosos socios capitalistas en el mundo aprovechan para sus exorbitantes e inmorales ganancias.

Los supermillonarios hoy en este mundo no llegaron a serlo por trabajos en la industria mecánica, en la agricultura, la producción de bienes materiales o productos farmacéuticos para mejorar la salud y calidad de vida de la gente, sino por la construcción y ofrecimiento de algunos servicios digitales  en compañía con otros que  hacen analítica de los datos que, con inocencia y altísima frecuencia, entregamos para a continuación ser convertidos en productos negociables y vendidos a otros empresarios en una cadena de ganancias pingües para unos cuantos en el mundo digital. Nuestros datos son vendidos en mercado abierto y también en el mercado negro. Son empresarios de fabricación digital, pero de moneda dura real. (https://rb.gy/2hl8r).

Sí, estamos vigilados, supervigilados, intervenidos y controlados. Como lo detalla la autora Shoshana Zuboff en su extenso libro de 2018 (edición en español de 2020) «La Era del Capitalismo de la Vigilancia», catalogado como «Best Seller» y  como uno de los mejores 100 libros del siglo XXI. (https://rb.gy/jujrm). Sobre el mismo se encuentran en la Web entrevistas, cortas  y largas, (https://youtu.be/V1iKDuYhXn8) que ella ha concedido; también están disponibles en la Red versiones digitales cortas de ese libro. (Véase: https://rb.gy/4pikh).

La autora Zuboff presenta las siguientes definiciones: Existe un nuevo orden económico que toma para sí de manera gratuita la experiencia humana como materia prima gratuita para prácticas comerciales ocultas de extracción, predicción y ventas, guiados por una lógica económica parasítica en la que la producción de bienes y servicios se ata a una nueva arquitectura global de modificación conductual.  Ese nuevo orden económico ha impuesto un nuevo ordenamiento colectivo basado en la existencia de una certeza absoluta y ha creado una mutación inescrupulosa del capitalismo, sin precedentes en la historia humana, regido por grandes concentraciones de riqueza, conocimiento y poder, teniendo como regente básico a la economía de la vigilancia. Ese capitalismo se ha configurado como una amenaza grave para la naturaleza humana en este siglo, tal como lo fue el capitalismo industrial en los siglos XIX y XX. Este capitalismo domina a la sociedad generando pavorosas contradicciones para la democracia de mercado, a la vez que expropia derechos humanos en un proceso de derrocamiento de la soberanía de los pueblos.

Vivimos, dice la autora, «una arquitectura digital omnipresente de modificación de la conducta que amenaza con transfigurar la naturaleza humana» y, agrega, que: «Estamos frente a la amenaza de una ‘colmena’ controlada y totalmente interconectada que nos seduce con la promesa de lograr certezas absolutas a cambio del máximo lucro posible para sus promotores, y todo a costa de la democracia, la libertad y nuestro futuro como seres humanos».

En una entrevista con Moisés Naím, (https://youtu.be/KAbJxy_BXd8) afirmó la autora que los monstruos de Internet lo saben todo de nosotros, somos seguidos, vigilados, monitoreados, y todas nuestras acciones convertidas en datos que se vuelven propiedad de las grandes empresas capitalistas de la vigilancia, llegando al límite de ponernos a vivir en una distopía accidental en la que nadie quería llegar. Toda la estructura de este capitalismo se sustenta hoy en la comercialización del comportamiento humano, datos que son organizados con poderosos algoritmos con los que se generan, en cada empresa, millones de perfiles  cada día,  perfiles de cada  uno de nosotros que no sólo pronostican nuestros comportamientos, sino que nos llevan a obrar acorde con los perversos intereses de esas compañías,  tales como comprar productos que no necesitamos o votar de determinada manera  en los procesos electorales; así, acabamos actuando y trabajando, de manera no muy consciente, para otros. Los perfiles son comprados por ávidos empresarios en los sectores interesados para generar riquezas en variedad de campos como la salud, educación, empresas comerciales, transporte, seguros y financiero.

Señala autora la imperiosa necesidad de que los gobiernos y organizaciones supranacionales actúen para preservar los derechos de las personas, acabar con el superpoder global de esas empresas para regular esos servicios y acabar con el atropello global al cual estamos sometidos, como sumisos, pero reales esclavos digitales. De no ser así, en la distopía actual se agudizará esa esclavitud con la destrucción de la democracia y debilitamiento de sus instituciones.

Algunos gobiernos también elaboran perfiles de sus ciudadanos.  En la distopía en la que estamos envueltos somos productos digitales, adictos a las plataformas digitales y forzados a comportarnos, agradecidos y satisfechos de determinada manera, como la de expresar gustos y disgustos. Un asunto grave en extremo es que se modelan también comportamientos de odio, que llevan a que algunas personas realicen ataques violetos a determinados grupos sociales o étnicos. Una estrategia empleada por algunos ha sido la de difundir información falsa (fake news y deep fakes) o crear teorías de conspiración con miras a la obtención de algunos beneficios personales o políticos.

Conviene ser conscientes de la necesidad de obligar la suspensión de semejante atropello a toda la humanidad en cabeza de unos muy pocos que se enriquecen a costa de nuestra intimidad. El asunto es sencillo, pero trascendental: Cada uno tiene derecho a decir qué desea que se sepa de él y cuáles de sus facetas de intimidad personal y familiar tienen, por sus expresos deseos, que estar libre de usurpación de los derechos. Adquirir esa conciencia es parte del derecho fundamental de llevar una vida digna y en libertad (condición esta última esencial para la democracia), con acceso libre al conocimiento y la ausencia de manipulación por los voraces empresarios del «Capitalismo de la Vigilancia». Con reiteración, se precisa construir para todos una vida digna, regida por valores universales y por leyes legítimas que preserven los derechos a la intimidad, y sus conexos, como asunto privado, libre de interferencias o de intromisiones por parte de quienes promueven, para su beneficio personal, una nueva realidad epistemológica, de la naturaleza humana, de la economía y de la sociedad basada en la creencia de nuevas verdades absolutas.

Se puede resaltar aquí, como ejemplo, que sólo seis meses después de que la empresa OpenAI lanzó su ChatGPT de inteligencia artificial fue demandada por violar los datos personales por transgresión masiva de la privacidad, con ánimo de lucro, de millones de internautas, entre ellos menores de todas las edades; fue demandada, a la vez,  esa compañía por derechos de autor (https://rb.gy/23d61).

Las leyes de protección de datos han sido un avance, pero se han quedado cortas en exigir a las empresas estricto cumplimiento a las mismas con abierta supervisión, estatal ciudadana, y rendición de cuentas.

Dejemos de ser «usuarios», usados. Asumamos el rol de ciudadanos digitales libres, con capacidad y voluntad conscientes para preservar los derechos morales de todos, en especial los de los niños y jóvenes, para asegurarles su futuro. La vida de ellos y la de todos deben estar bajo el control social y personal propios y no bajo los cánones de los muy pocos capitalistas de la vigilancia que, con su inmenso poder tecnológico y económico, controlan, reclutan y secuestran nuestra voluntad, ponen en riegos la democracia y la vida pacífica entre humanos y de estos con la naturaleza. Es el camino para el libre albedrío y la construcción solidaria de un porvenir basado en la libertad y la igualdad.