Vivía a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por, según, sobre y tras del cine. Otra cosa parecía no importarle en la vida. Cuando no tenía plata para el cine, entre sus colegas de insomnios hacíamos vaca para que fuera por nosotros.
De nombre Héctor, se dejaba decir Pasos, su apellido, y aparecía todos los domingos en la esquina de la cuadra, después del rito del cine matinal, muy tieso y nada majo, radiante.
El dinero que le daban en casa para la motilada lo volvía películas del oeste. La moda incluía cortes de pelo criminales con regla para trazar límites en la nuca, y unas maquinillas manuales que le hacían al sujeto el pobre favor de dañarle lo que quedaba de autoestima.
Pero, en fin, los muchachos de antes que no usábamos gomina tampoco le jalábamos a la vanidad. No sabíamos que existía.
Como el resto de la muchachada, Pasos andaba por las calles del barrio con un fajo de cajetillas de cigarrillo Pielroja, que después cambiábamos por motiladas en el Wall Street capilar de los años cincuenta, por los lados de El Cairo.(Lea la columna).
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