26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Un diálogo inesperado que invita a recuperar la credibilidad  

Claudia Posada

Para que ellos puedan interactuar sobre una realidad común -que por lo tanto nos cobija a todos- tendrán que neutralizar eficazmente los efectos de la polarización, aunque la polarización misma ahí seguirá presente, máxime si algunos de la clase política creen que es beneficiosa para la democracia. 

Por Claudia Posada

Manejar las discrepancias con acercamientos sinceros para el dialogo, enriquece la democracia; mas no así, alimentar la polarización; ésta es tan inconveniente que puede llevar a la ingobernabilidad; al desbarajuste incluso de políticas públicas que socialmente son necesarias; es una leonera hambrienta y muy perjudicial que perturba y desorienta desde los polos opuestos, hasta tragarse el centro, devastar o arruinar. En el centro -de izquierda o de derecha- está el justo medio que anhelan los pueblos deseosos de la reconciliación queriendo arañar un pedacito del bienestar que les ha sido negado. 

Las realidades políticas y sus consecuencias sociales nos son comunes a todos como gobernados en una misma nación; pero las interpretaciones absolutamente opuestas, alejan la posibilidad de soluciones, iniciativas o creaciones, mientras existan posiciones radicales que impiden ver una misma circunstancia o hecho con ecuanimidad. En Colombia y en el exterior, es sabido que entre Uribe y Petro existen discrepancias muy de fondo; pero ellos dos saben lo grave de mantener la polarización que, aunque suene absurdo, les resulta propicia a muchos de sus seguidores más radicales y a no pocos de los admiradores devotos, cómodos en las extremas irreconciliables.  Interviniendo sabiamente como actores políticos de máxima importancia en Colombia, el expresidente y el presidente electo, quieren evitar la parálisis institucional que pone en riesgo al Estado mismo en su conjunto.   

Para que ellos puedan interactuar sobre una realidad común -que por lo tanto nos cobija a todos- tendrán que neutralizar eficazmente los efectos  de la polarización; aunque la polarización misma seguirá ahí presente, máxime si algunos de la clase política (Y de los medios) creen que es beneficiosa para la democracia. (Tal vez por arrogantes e insolentes en los escenarios de los poderes a los que pertenecen, están, más que confundidos, enceguecidos por la soberbia).  

Si el dialogo inesperado: Uribe – Petro, invita a la recuperación de la credibilidad en ambas partes, y los mismos protagonistas corrieron el riego de ser malinterpretados en aquel primer acercamiento -lógicamente en un marco de dudas-, entre sus militantes, algunos simpatizantes, y en ciudadanos del común, se ha generado toda clase de suspicacias, como también desengaños, al igual que ilusiones; sentimientos válidos ante certidumbres e incertidumbres. Pero de esto, a observar cómo los amantes de la polarización siguen envenenando con sus indignas posturas las redes sociales (en las que se solidarizan con sus discriminaciones y hasta con el uso de palabras insultantes) va un enorme trecho que resulta siendo tan perverso como el maltrato físico o el dolor de patria.