La vida, de nuevo, se nos esfuma pronto en Colombia. Hay un credo macabro del que no conseguimos desatarnos
Por Juan Alvarez. El País de Madrid.
Volver a las bombas. Reactivar la memoria traumática de los atentados. Entrar de nuevo en la realidad sangrienta de la pentolita y su régimen de un único relato monocorde: el orden público alterado.
Caer, y en el sometimiento de ese caer, la cadena de pronunciamientos:
Un caricaturista famoso reacciona enarbolando el valor del silencio ante el dolor y detrás de ese primer trino publica quince más en las siguientes seis horas.
Un autor de renombre, bienpensante y compasivo (desde luego compasivo), publica un trino dirigido a un colega de una cadena de televisión internacional (selfi mediante; desde luego selfi mediante) en el que le agradece por haberlo invitado a “comentar sobre los tristes atentados de hoy en Colombia”.
Un experiodista de apellido de élites observa, y en su mirar reflexivo destaca la gallardía del silencio de otro experiodista, contradictor ideológico suyo, quien asistió a las marchas y fue largamente insultado. Cuando termina su observar se permite una última puntada ecuánime: “En estas circunstancias se ve quién es el ser humano y quiénes los animales”. (Lea el reportaje).
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