6 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

¿Se puede acabar con las barras bravas?

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·      Así terminaron con los hooligans en Inglaterra

The Sporting News

Por Mauro Mariani

¿Se puede erradicar la violencia de los estadios? Sí. ¿Es fácil? No. ¿Hay antecedentes de que algún país lo haya logrado? Sí. Inglaterra, que durante décadas sufrió los desmanes de los hooligans, hoy goza de un fútbol con buena salud.

Cabe destacar que la pelea que le plantó todo Reino Unido a los violentos no se ganó de un día para el otro, sino que fue un proceso de años y medidas muy duras, las cuales necesitaron de una gran inversión financiera. 

La tragedia de Hillsborough, en 1989, dia en el que murieron 97 personas aplastadas contra las vallas del estadio de Sheffield a causa de una avalancha, inició el fin de los hooligans.

El fútbol inglés ya había tenido otros dos hechos similares: violentos de Liverpool habían estado involucrados en la tragedia de Heysel, en la que murieron 39 fanáticos de Juventus en 1985 (le valió a toda Inglaterra una sanción de la UEFA de seis años sin participar en competiciones europeas), y ese mismo año se dio la tragedia de Valley Parade, acontecimiento en el que murieron 56 personas debido a un incendio en las tribunas en el duelo Bradford City vs. Lincoln City.

Vale mencionar que estas personas no tenían vínculos con el poder político, muy diferente a lo que sucede en México o Argentina, y que sólo se divertían tomando cerveza y golpeándose. Vaya forma de aprovechar el tiempo, ¿no? 

La administración de Margaret Thatcher, que durante algunos años de su mandato había aceptado a los hooligans, comenzó una persecución que los haría desaparecer: les prohibió la entrada a los estadios e inmediaciones, y sancionaba a toda empresa de transporte (avión, tren o bus) que los aceptaran, como así también a aquellos bares que los recibieran.

Esto se complementó con un fuerte protagonismo del sistema judicial, que instauró penas de cárcel efectivas para cualquier delito «en el ambiente del fútbol». Se armó un equipo de elite exclusivo dentro de la Policía y varios miembros lograron infiltrarse en las barras. A esto se le añadió sistemas de vigilancia dentro de las canchas y seguridad propia de cada club. 

Otro punto no menor fue el hecho de triplicar el precio de las entradas, lo que se volvió un privilegio de la clase alta. El estudio del gobierno inglés entendió que los hooligans eran de clase baja, por lo que esto los excluyó de asistir a los eventos deportivos.