3 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Qué lee Gardeazábal: Reseña de “Los asesinos del monte”

Gardeazabal

@eljodario

·      Segunda parte de Sepultar Tu Nombre, de Daniel Angel, editado por Seix Barral

Casi siempre se ha dicho que segundas partes no son buenas ni en política ni en literatura ni en sexo. Pero leyendo esta segunda parte del libro que el bogotano Daniel Angel ha hecho de su primigenia novela “Sepultar tu nombre”, que ya había comentado en su momento aquí, esa teoría de las segundas partes se desmorona.

Esta nueva novela de Angel es arrolladora y, lo que puede ser peor para el orgullo de su autor, no necesita de la primera parte para ser leída, aplaudida y vuelta a leer.

Sobre los saldos humanos de los bombardeos de las guerrillas de comienzos del 50 en Cunday y Viotá, se construye esta obra con sigilo, quizás hasta con recelo, siguiendo la estructura de las muñecas rusas y la pista de cinco chicos abandonados por la persecución de los gobiernos conservadores de principios de 1950, pero convertidos en clásicos bandoleros, asesinos, violadores y ladrones.

En todas sus páginas campea la venganza como motor de las acciones de la banda de Los Cinco Colores, que ni siquiera comandaba Erasmo Soler, el eje de la narración. Por entre las hendijas que deja esa retaliación permanente se sospecha que Erasmo era hijo de un izquierdista polaco que lo cogió el remolino de la guerra entre liberales y conservadores, que tuvo que usar otros nombres distintos al que fue bautizado, pero como sabía leer no perdió ni la última batalla cuando la narración lo trae vivo, escopeta en mano, convertido en un envejecido don Tulio, a defender su pedazo de tierra del contubernio de paramilitares y policías que se lo quieren arrebatar 50 años después.

Es una novela entonces en donde los años pasan en vano. La venganza siempre va de la mano de la crueldad. Las matazones son la herramienta de los cuchillos asesinos o de las escopetas repetidoras ayer y hoy. Y los personajes resultan tan bien delineados como sobrantes son las disquisiciones filosóficas o las mujeres con las que hace el amor para poder usarlas de dialogantes de lo narrado.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.

Una novela demasiado seria, exageradamente impactante para que no tenga ni una pizca de humor que de resuello al leerla.