8 mayo, 2024

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Qué lee GardeazabaL: reseña de la novela póstuma de García Márquez

Gardeazabal

@eljodario

·      Editada por Random House

Es probable que cuando García Márquez hizo las últimas correcciones al texto de EN AGOSTO NOS VEMOS no existiera la Inteligencia Artificial ni que Cristóbal Pera, el encargado de maquillarla 10 años después de muerto, supiera tanto de la prosa garciamarquina.

No importa. Rehacer un libro que el autor no dejó terminado es difícil y uno de nuestro premio Nobel mucho más. Pero resulta tan delicioso leer esta novela de poco vuelo y saberse de nuevo cargado en la hamaca insostenible de su prosa, que los detalles del parto literario se olvidan.

Bien lo dicen sus dos hijos en el prólogo que hacen para advertir que fue la batalla final contra el Alzheimer la verdadera razón para no haberla terminado. Y lo reafirma, de otra manera, su restaurador, el señor Pera, cuando, dice textualmente en el epílogo y explica simplemente como lo rearmó: “mi trabajo consiste en hacerlo más fuerte de lo que ya está en la página”. Pero, como desde el primer renglón hasta el último se palpa la habilidad del narrador. Como la fascinación por el adjetivo exacto enriquece al lector. Y como se llega hasta a oler el inconfundible gesto de la mujer casada, casi cincuentona, que repite religiosamente año tras año la visita a la tumba de la madre en una isla, convirtiendo el viaje en un acto de rebelión sexual contra el buen músico de su marido. También deja intuir, en detrimento de la tensión, que acude no a ponerle flores a la tumba sino a levantarse la bata y aventurarse con hombre distinto en cada viaje. Pero como solo es por una noche, uno sabe muy bien que es una novela de García Márquez, costeño machista pero temeroso de Mercedes Barcha su esposa de toda la vida.

Tal vez no se trate de una obra maestra y quizás los expertos críticos del macondiano hasta la pongan en la lista de las obras menores de un autor tan prolífico.

Pero da tanta satisfacción encontrar el manejo magistral de la descripción y la solvencia al llevar la trama por entre los vericuetos de una misma tensión repetida, que cuando se termina la novela, se cierra el libro y no provoca leer el epílogo de Cristóbal Pera para no caer en la tentación de comprobar la maestría de las correcciones que alcanzó a hacerle GGM al margen y que se desparraman en las cuatro páginas fascimilares del borrador original.

Un libro para pensar en la eternidad del texto literario y en el gozo fugaz del sexo pactado con el calendario.

Escuche y vea al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.