3 mayo, 2024

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Qué lee el maestro Gardeazábal: Cuando te miro llego al fondo de ti

Gardeazabal

@eljodario

Libro de poemas de Zahur Klemath, editado por Pijao.

La poesía es una tentación en la que muchos seres humanos caen algún momento en su vida.

Entre quienes la han vencido hay bastantes que se dejan contagiar y siguen cometiendo poesía a lo largo de su existencia. Hay muy pocos que se vuelven poetas y como tal no solo publican sus poemas sino que organizan su vida y sus recuerdos sobre los pivotes de los versos que han ido construyendo.

Uno de ellos, Zahur Klemath Zapata, nacido hace  81 años en La Virginia y hecho a pulso y en batallas entre mágicas y quijotescas en Pereira y Paquistán, no solo ha escrito poemas a lo largo de su prolongada existencia. Ha guerreado con ideas locas, con innovaciones sin par y aunque ha recorrido el mundo, se afincó en Nueva York y desde allí montó su aparataje para ilusionarse.

Por su mente y por sus manos pasaron los libros digitales cuando Silicon Valley apenas si tomaba piso. Con su editorial AZU, con su revista, con su último periódico digital, con su entusiasmo, organizó congresos hace 50 años y hasta montó cátedras en iglesias neoyorquinas. Es una catedral de experiencias e ilusiones.

Ahora, cuando la senectud lo arropa, ha publicado una antología personal de los mejores poemas de su vida. La gran mayoría editados y leídos aquí o allá, pero sin adquirir la prestancia y el reconocimiento que tan avaramente dispensa ese exigente género literario.

Son 5 bloques desiguales de poemas, separados por temporadas desde 1962, barruntados unos, impecables otros, luminosos los menos, pero todos volviendo poema íntimo su discutible trajinar.

Uno de ellos tiene versos que lo resumen bien: “Siempre hay un día/cuando la bondad de la vida llega/Después que las amarguras/ y los dolores se unieron/para darle garrote a las emociones”.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.

Leerlo, enmarcado por sendos prólogos de Jota Mario y de Isaías Peña, siempre resultará grato, tanto para quienes le conocemos dando trompicones en sus variadas aventuras, como para quienes se olvidaron de ese poeta en Nueva York que no deja de pensar y actuar como los más conspicuos pereiranos.