25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Qué está leyendo Gardeazábal: Los López en la historia de Colombia 

@eljodario 

La figura de Alfonso López Pumarejo quedó en la historia de Colombia. No solo fue presidente dos oportunidades, sino que con su sapiencia y su estilo importado reorganizó el antiguo país primitivista y campesino.  

Fue él, con su equipo de jóvenes provincianos o de ancianos novedosos, quien le dio un vuelco a las anticuadas instituciones que la Iglesia había mantenido para asegurarse el poder civil, el terrenal, el político y el celestial y a veces hasta el infernal. 

Como tal entonces fue querido y adorado por las masas empobrecidas, que comenzaban a ganar salario y poco a poco dejaban de pagar aparcería, y odiado como un dizque comunista peligroso por los latifundistas injustos, los ricos amasadores del dinero y los faltos de visión patriótica encabezados por los curas.  

Gozó de respeto, honor y gloria pese a los líos en que la ambición de sus hijos o las travesuras de sus hermanos le pusieron zancadillas. Forjó en su hogar a un señor de la política, inteligente, aunque con mejores maneras de lord inglés o de sibarita avaro, como lo fue su hijo Alfonso López Michelsen, quien también llegó a la presidencia. 

Ellos dos, entonces, ocupan tres cuartos de la centuria de la vida colombiana del siglo XX y su huella, aunque no ha sido justamente analizada ha sido objeto de algunos historiadores o de personas cercanas a su entorno.  

Sobre esos dos personajes y su descendencia acaba de aparecer un libro del ágil, pero quizás demasiado simpático Oscar Alarcón Núñez. Basado en Duarte French y sus trabajos sobre las Ibáñez y habiendo leído y citado a varios historiadores que le sirvieron de documento, Alarcón hace una narración fácil de este par de vidas, pero como es un ingenioso contertulio y no un historiador de método y disciplina, el libro termina siendo un amasijo de anécdotas bien narradas, pero tremendamente desordenadas. Tanto que parecen haber salido de unir, sin establecer correcciones estructurales, diversos ensayos que en otros diversos momentos de la vida Alarcón escribió sobre los López, sus ancestros, sus vivencias y, sobre todo sus vigencias, hasta en muchas veces repetirse. 

Al viejo López Pumarejo lo sigue hasta que deja la segunda presidencia, cuando se vio obligado a renunciar y no lo vuelve a tomar seriamente en el libro sino cuando ya está de embajador en Londres un poco antes de morir. 

Escuche q al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal. 

Se regodea entonces con evidente gratitud en los López Michelsen y por no usar la disciplina académica al historiar, no llega a concretar una visión completa, y sobre todo explicativa, de ese genio regodeado que fue López Michelsen. Prefiere más bien hacer una historia de Colombia y sus quehaceres políticos mencionando de refilón a los nietos del viejo López aunque desperdicia ese portento de humor y gracia infinita que es Alfonso López Caballero, el actual embajador en Moscú, quien se ha gozado la vida sin llegar nunca a las cúspides. Un libro hecho con más cariño que empeño.