26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Qué está leyendo el maestro Gardeazábal

@eljodario 

Las monjas franciscanas suizo-alemanas me lo enseñaron al comenzar la primaria. Las 7 virtudes había que recitarlas con su objetivo: contra soberbia, humildad. Contra avaricia, generosidad. Contra lujuria, castidad. Contra ira, paciencia. Contra gula, templanza. Contra envidia, caridad. Contra pereza, diligencia. Lo que no me enseñaron es que cuatro de ellas tenían origen pagano y las otras cristiano y hoy día, cuando ser un hombre virtuoso no sirve ni para ingresar a un monasterio y esas normas de conducta han sido modificadas casi por completo, la historiadora D. N. McClosquey se ha fajado un libraco asombroso para teorizar cómo esas virtudes unidas a la fe, la esperanza y el amor terminaron siendo las sólidas virtudes burguesas. Alrededor de ellas, explica la evolución de la palabra burgués desde cuando fue apenas un calificativo económico hasta llegar a ser un insulto marxista. 

Es un libro muy denso y quizás desagradable para muchos lectores porque sus tesis son tan argumentadas que hasta puede terminar convenciendo al más hegeliano de los lectores que el desarrollo del mundo se ha debido al capitalismo. Va entonces describiendo cómo la propiedad privada, el libre comercio, la mesura política y la ética individualista son los fundamentos de la burguesía en la batalla contra las utopías sociales. Y aunque también cercena las maledicencias que los burgueses se ganaron con todo derecho de los marxistas y los socialistas, no alcanza a ser un libro que vuelto ladrillo ponga fin a la disputa de los últimos tiempos entre la riqueza material que impulsa a la humanidad y la moralidad moderna, que se olvidó de esas virtudes que a mi enseñaron en la primaria las monjitas franciscanas. Ella apenas escanografía la desbocada división entre los que tienen y los que no tienen, y obliga a pensar al lector de su libro en la verdadera razón por la cual los ricos siempre van a ser injustos, aunque dueños del poder político, y los pobres unos explotados engañados de los gobernantes o de quienes aspiran a serlo. Empero para cerrar con estruendo casi que esculpe que la burguesía durara más, pero mucho más, porque adoptó como suyas las tres virtudes cristianas que sostienen el engranaje de la vida humana y parecen no desaparecer y seguir siendo universales: fe, esperanza y amor.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal