3 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Prácticas sórdidas en campaña: Revelación de lo que nos espera

Claudia Posada

Por Claudia Posada

Lo que mantiene en pie al pueblo ucraniano es su amor patrio, autentico, real, los hechos lo dicen. Frente a las decisiones de su gobernante, Volodymyr Zelensky, son congruentes los argumentos de los ciudadanos entrevistados por estos días cuando se llegó a un año de la guerra -que tiene implicaciones globales- impulsada por el demoníaco Putin. Las imágenes que ilustran el sufrimiento de las familias ucranianas, las despedidas obligadas, los refugiados…rostros bañados en lágrimas imposibles de contener, así como el coraje de los soldados, demuestran fuertes lazos solidarios que superan el dolor personal. ¡Increíble!

Grandes potencias mundiales ponen a prueba su poderío político y militar para apoyar acciones en favor o en contra del país que se sobrepone e impide con grandiosa valentía, que le sean usurpados territorios. Mientras tanto en Colombia continúan las violencias de toda naturaleza contra hombres, mujeres, jóvenes y niños; y contra la Naturaleza misma que es riqueza como derecho que nos asiste a todos, pero que aunque nos sigue reglando generosamente su abundancia, de manera infame por el egoísmo y desafueros, algunos atropellan para aumentar sus riquezas heredas, o las mal habidas, apropiándose de lo que no les pertenece.    

Una guerra interna en la que han caído miles y miles de colombianos, de la cual saben más en el exterior que en nuestro país, (porque aquí envuelven la verdad, hechos, orígenes y actores, en figuras retoricas hábilmente elaboradas para seguir en el mundo de los privilegiados que son cobijados en la clase dominante con sus serviles áulicos) por lo que internacionalmente su cooperación es mirada con antipatía, porque hay malquerencia con respecto al develamiento de lo que han tratado de ocultar por décadas. 

Tenemos un acumulado histórico y en cifras, de más de 60 años sin solidaridad plena para ponerle fin a las violencias que, aunque parezca inaudito, convienen a individuos y colectivos con máscaras ante la sociedad; no han faltado, y ahora se han recrudecido, voces desafiantes, flageladoras, las cuales,  desde sus supuestos liderazgos, especialmente de sectores políticos, al igual que desde algunos grupos de presión, disfrutan sin vergüenza alguna, hiriendo, discriminando, cerrando oportunidades, revictimizando. ¡Pobre Colombia!

En este 2023, año de elecciones democráticas y campañas políticas limpias, pero también sucias; ya empezaron las tácticas enmarcadas en “estrategias de guerra”.  Se elegirán mandatarios regionales y locales, así como a los diputados para las asambleas departamentales (que poco hacen por desmañadas o porque pocas tareas les imponen los reglamentos que ellos mismos elaboran), concejos municipales y a los ediles que conformarán las Juntas Administradoras Locales (JAL). Todos muy ilusionados con el triunfo que, para algunos cuantos es trabajar por el bienestar común, y para muchos es conseguir lo que no han tenido nunca, o conseguir más de lo que tienen; en todo caso es asegurar el pedacito de poder que enceguece, máxime si lo han detectado por años (“40 años construyendo país” dicen algunas de la clase política, cínicamente).

Entre tanto, los ciudadanos empezamos a observar con ojo escrutador (algunos), con mirada oportunista (otro tanto) o con indiferencia (muchos), lo que exponen aspirantes y candidatos, sus seguidores-admiradores; lo mismo que amigos y parentela interesados desde ya en sus triunfos para ganar réditos personales. En las redes sociales y otros medios facilitadores de mensajes o contenidos político-sociales, es grato encontrar (aunque no frecuente) cómo se replican voces con lenguaje incluyente e interpretación de situaciones con sujeción a la verdad; esto, gracias a la ponderación que da la cautela al tratar asuntos delicados por su compromiso de cobertura mediática, evitando llegar con desinformación dañina al grueso de la población, porque lo que menos necesitamos es lenguaje incendiario.

Por otro lado, saltan voceros, autorizados o no, que suenan jactanciosas y bastante pendencieras, y es ahí cuando aparecen predicas emitidas y publicadas como juicios, lo que es sumamente inquietante porque más bien obedecen a tergiversaciones amañadas (componendas hostiles). Particularmente por estos meses de campaña del 2023, en los que se pretende figuración realzada, lo mismo que hacer alianzas convenientes para conseguir metas en las subregiones, los aspirantes hacen acuerdos, no precisamente para superar mancomunadamente asuntos críticos de sus departamentos, la región o el municipio, sino para cogerle ventaja a los que están “en piedra”; esta vez, particularmente, en el ámbito nacional.  

Aspirar a cargos de elección popular es legítimo, lo detestable es el cómo se hace la campaña política respectiva; cuando ésta echa mano de prácticas sórdidas… ya se sabe lo que nos espera.