26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Por una ciencia no hegemónica  

Jose Hilario Lopez

Por José Hilario López 

Desde que se conoció un borrador de la pasada campaña del Pacto Histórico (PH) sobre la política de ciencia, ha surgido una interesante discusión sobre el tipo de conocimiento que más conviene impulsar en el nuevo país en que muchos estamos esperanzados.  

Empiezo refiriéndome al libro Epistemologías del Surde Boaventura de Sousa Santos, profesor de la Universidad de Coimbra. Según este pensador portugués la cultura occidental ha impuesto en todo el mundo una ideología hegemónica que niega la posibilidad de pensar otro mundo distinto al capitalista, sistema basado en la acumulación, lo que conlleva la sobreexplotación de los bienes naturales, mal llamados recursos naturales. Esta misma tesis la sostiene Enrique Dussel, el gran filósofo argentino, nacionalizado en México, en sus libros Método para una filosofía de la liberación y La Ética de la Liberación

Boaventura de Sousa habla de “epistemicidio” para definir cómo el dominio de occidente ha subyugado el conocimiento y los saberes de otras culturas y pueblos, lo que ha generado, entre otros, los siguientes conflictos: escisión del sujeto y del objeto, oposiciones entre naturaleza y ser humano, civilización y barbarie, mente y materia, colectivo e individuo. Una crisis que abarca a la humanidad y a la naturaleza. 

Es aquí cuando surge un nuevo pensamiento crítico latinoamericano, que se asume desde la praxis de un logos emancipador que fractura los límites hegemónicos del “capitalismo sin fin” y del “colonialismo sin fin”, ya que hace posible recuperar desde la “sociología de las emergencias”, la presencia de los pueblos milenarios que han logrado la recreación de su hábitat a través de una relación simbiótica directa, con los ciclos o procesos de génesis y muerte de la Madre Tierra (Pachamama). 

A raíz de las bien conocidas críticas al citado documento del PH por parte del profesor y ex rector de la Universidad Nacional de Colombia Moisés Wasserman, quien en una columna de prensa sostuvo que la ciencia moderna no es hegemónica porque nace del consenso, los profesores Santiago Castro y Fredy Betancur en una entrevista publicada el pasado 25 de julio por La Silla Académica hacen algunas precisiones, cuyos apartes comento a continuación. 

El documento del PH no critica la ciencia, que llamamos occidental, sino sus narrativas predominantes, que la han convertido en un instrumento de dominación política. La política de la ciencia en nuestro país, marcada por la inequidad en el acceso al conocimiento y distribución de sus beneficios, ha llevado a la exclusión y marginamiento de las culturas no europeas. El referido documento no habla de la ciencia en sí misma sino de la política de la ciencia, una declaración de principios de los objetivos que se propone el nuevo gobierno de izquierda en lo relativo ciencia y tecnología.  

La historia de la ciencia se ha contado desde una mirada eurocéntrica. En realidad, el conocimiento científico europeo fue producto del contacto de los griegos con pueblos asiáticos y africanos: los fenicios, los babilónicos, los indios, los árabes, los chinos y en especial con los egipcios. La humanidad y la ciencia moderna siempre han sido el resultado de procesos interculturales. Uno de los desafíos que tenemos en nuestro país es comenzar a entender la historia de la ciencia desde una perspectiva global, que incluya el conocimiento de los pueblos ancestrales, indoamericanos y afrodescendientes. A propósito, Boaventura de Sousa dice que antes de traer estos pueblos a la Universidad, lo que tiene que hacer la academia es ir a aprender de sus culturas. 

El profesor Ernesto Guhl Nannetti (qepd) en su reciente libro El Antropoceno la huella humana, reafirmando la tesis de Boaventura de Sousa, sostiene que hay que: “Gestionar lo ambiental tiene que partir desde lo local hasta lo global, reconociendo que la gente que vive en el territorio es la que conoce su entorno y sus necesidades, y no teniendo la necesidad de importar modelos del exterior, que han probado ser completamente inapropiados y fallidos”. Una mirada desde abajo hacia arriba.  

Uno de esos principios básicos de política cultural que propone el PH es el de lograr la “justicia epistémica” planteada por la filósofa británica Miranda Fricker, que incluye dos dimensiones.  1) Darle reconocimiento a las personas y grupos que no han sido tenidos como interlocutores válidos de la ciencia, por razón de su género, raza o cualquier otro marcador de exclusión social y 2) Exigir al Estado que garantice el acceso equitativo al conocimiento científico y a su disfrute social, algo que se lograría a través de una reforma de la educación superior, para que más gente ingrese a las universidades, complementada con la creación de institutos de investigación en las regiones. Hay que tener presente que las comunidades ancestrales ocupan los territorios más biodiversos del país y, a su vez, los más amenazados (deforestación para extracción de especies maderables,  potrerización, cultivos de palma africana, de marihuana, de coca  y de  amapola para la producción de  drogas ilícitas y minería ilegal).   

La ciencia no es ni de derecha ni de izquierda. El objetivo científico es resolver un problema siguiendo un método, que no depende de la filiación política del investigador ni de la política estatal. La  investigación científica se debe centrar en resolver problemas en pro de su entorno, de su comunidad. De aquí que un gobierno progresista, en lo relativo al desarrollo de la ciencia quiera apostarle a resultados tangibles frente a urgencias que requieren soluciones, tales como: garantizar acceso universal a la educación superior y de calidad, impulsar el desarrollo del agro y de las transiciones energéticas, objetivos de política que en parte señalan hacia dónde se orientará el gasto público. 

Sin embargo la ciencia no es neutral. Como actividad humana no está dotada de una racionalidad infalible, que se pueda sustraer de los requerimientos sociales. Desde ese punto de vista toda ciencia tiene intereses que son vehiculizados por el Estado, por el mercado, por las élites intelectuales, por la orientación específica de los programas de investigación.  Esto no quiere decir que haya que identificar la ciencia con la política, como si fueran una y la misma cosa. 

El texto del PH está orientado a acabar con el predominio neoliberal que ha regido la política de la ciencia en Colombia. Propone estrategias para transformar el Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación. Garantizar la soberanía alimentaria y sanitaria del país son temas prioritarios que exigen el concurso de la ciencia, lo cual supone la implementación de mecanismos que favorezcan la investigación nacional, sin que tengamos que depender todo el tiempo de lo que se hace en otros países. 

Hay unos objetivos básicos que se ha trazado el futuro gobierno, que empiezan por la puesta en marcha del Acuerdo de Paz, la transición energética y la protección de la biodiversidad. Pero estos objetivos no se pueden lograr si no se trabaja con las comunidades en los territorios y se reconocen sus saberes ancestrales. Es por eso por lo que el documento del PH le está dando una gran relevancia a las ciencias sociales, disciplinas donde radica la experiencia para construir diálogos con las comunidades, que posibiliten la integración de su conocimiento de los territorios y de los saberes tradicionales al acervo cultural de la Nación.