26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Para un planeta azul y verde: calcula tu huella personal de carbono 

Enrique E. Batista J., Ph. D. 

https://paideianueva.blogspot.com/

Requerimos vivir y construir juntos, de modo solidario, una ciudadanía local, nacional y global, para consolidar un planeta azul y verde. Un planeta lleno de aguas limpias y de floreciente naturaleza verde. Amar y preservar nuestro único planeta, residencia insustituible que nos incita a promover la prosperidad de todas las formas de vida y, con ello, enriquecer, cuidar y preservar cada uno de los múltiples ecosistemas en los que se ancla la biodiversidad. 

Todos, sin excepción, desde neonatos hasta siempre, somos parte activa, y también pasiva, del problema del calentamiento global. A la vez, formamos parte vital, con nuestras actitudes y acciones, individuales, colectivas y globales, de las debidas soluciones para evitar las catastróficas protestas de la naturaleza, con la variedad de fenómenos climáticos de ocurrencia acentuada: sequías, inundaciones, huracanes, deslizamientos, incendios forestales, pérdida de cosechas y de animales de cría, destrucción de la biodiversidad, contaminación ambiental generalizada con afectación de ríos, lagos, humedales y mares, desabastecimiento de agua potable, crecimiento de la pobreza y del hambre, enfermedades endémicas y pandémicas y migraciones humanas masivas. 

Todas ellas, y muchas más, de origen en las acciones humanas con las que se ha pretendido arrancarle a la naturaleza más de lo debido. Son acciones antropogénicas, lo cual quiere decir que todos, como se indicó, formamos parte del problema y, con fortuna, con conciencia solidaria global, parte esencial de las debidas y prontas soluciones. 

Es preciso resaltar que la contaminación ambiental, con el creciente deterioro de los ecosistemas, incluye, así mismo, la contaminación lumínica y la auditiva. Todas juntas, con nuestras acciones, contribuyen a un desmejoramiento de todas las formas de vida en el planeta. Cómo ciudadanos bien formados, conscientes de que el bien común es alcanzable con nuestra activa participación, tenemos que ser conscientes de que es una problemática nuestra, no ajena, de nosotros, y que nos corresponde aportar de modo constante a las propuestas de soluciones tantas veces acordadas y recordadas en eventos mundiales y regionales. Soluciones que se pueden resumir en: Cuidar y proteger todos los ecosistemas, preservar todas las formas de vida y evitar destruir nuestro único planeta. (https://rb.gy/xzkl9w).  

Un planeta azul por sus aguas limpias, propiciadoras de vida y, a la vez, un planeta verde que ilumine, con la riqueza floreciente de la vida vegetal, la otra cara feliz del planeta. De ese modo, como ciudadanos bien formados en la salud planetaria, nos corresponde encender la luz verde para dar paso y limpiar los obstáculos que obstruyen la necesidad perentoria de preservar el planeta y nuestra propia existencia. 

Desde siempre, los humanos y el resto de las especies vivas, han emitido gases de invernadero. Existe, por variedad de acuerdos internacionales, la meta de alcanzar para el 2050 «cero carbono» como medida obligatoria, y en extremo necesaria, para mitigar, de manera drástica y permanente, los efectos que se viven hoy y que seguirán agravándose. 

En el camino hacia un planeta feliz, azul y verde, existen propuestas de soluciones que convocan a los sectores productivos y a cada humano en la Tierra. Para el efecto, es muy importante conocer la huella personal de carbono. Cada uno de nosotros genera en cada instante, aun en las actividades más minúsculas y hasta nimias, los gases de efecto de invernadero: encender la luz, bailar, lavarse las manos, usar el transporte, enviar un correo electrónico, navegar en Internet, ver una película en Netflix o en un teatro, asistir a clases, a un concierto o evento deportivo, conectarse a una red social, usar el aire acondicionado o la calefacción, usar bolsas de plástico, encender el teléfono celular o el televisor, usar pañales o toallas sanitarias, lavar o planchar la ropa, y hasta por respirar. En fin, en cada una de las acciones humanas. 

Así, en todo momento contribuimos con la emisión de los denominados «gases de efecto de invernadero». Esos residuos, usualmente no reconocidos de manera consciente, son la huella de carbono, la que vamos creando y dañando al planeta y nuestras condiciones de vida hoy y por muchos años más. 

Los animales también dejan su propia huella de carbono. Es muy reconocido el caso de los rumiantes que, con su rumiar, eructos y flatulencias, contribuyen con un porcentaje alto (10%) del total de los gases de efecto de invernadero producidos por las distintas fuentes. Por ello, es cada vez más frecuente, escuchar la propuesta de reducir la cría y el consumo de carne de bovinos. 

Los gases de efecto invernadero se concentran en la biosfera hasta por varias centurias. Precisamos todos reconocer que es indistinto de dónde se originan los gases; todos van a la atmósfera y esta es una sola y afectan a cada ser vivo en el planeta. Crean esos gases un techo que no permite que el calor del sol, que debe irradiarse desde la superficie de la tierra, sea atrapado entre esta superficie y el techo que forman los gases, evitando que dicho calor se esfume en el espacio. De ese modo, se aumenta la temperatura en la tierra, con los desastrosos efectos que vivimos ya a diario. De ahí, ha surgido la propuesta de un acuerdo internacional para que hacia 2050 la temperatura media en el planeta no crezca más de dos grados Celsius; una cantidad mayor pondría en riesgo la vida en el planeta. Se sabe, sin embargo, que los daños ambientales ya causados perdurarán por varias décadas. (https://rb.gy/ecrjuh). 

El símil del «efecto de invernadero», permite una precisa comparación con los invernaderos que los agricultores usan para proteger y facilitar, con techos y ambientes internos controlados, rendimientos óptimos de sus cultivos. Entre los gases que crean dicho efecto sobresale el dióxido de carbono (CO2), el cual permanece en la atmósfera por cientos de años y por períodos aún extensos en los mares. Otros de los gases son: el metano, el ozono, el óxido nitroso, el vapor de agua, halocarbonos, hidrofluorocarbonos y perfluorocarbonos. ( https://rb.gy/j1d7uj).  

Por huella de carbono se entiende «la totalidad de gases de efecto invernadero (GEI), emitidos directa e indirectamente por una persona, en la fabricación de un producto o incluso en un evento» (https://rb.gy/hvca5n). En términos individuales, conviene conocer la huella personal de carbono que cada uno de nosotros generamos. Información que nos puede guiar no sólo a conocer en qué, cuándo y cómo contribuimos al efecto de invernadero, sino a adquirir compromisos para reducir nuestro impacto negativo sobre el planeta y el cambio climático. En la Web existen múltiples calculadoras para establecer y conocer la huella individual de carbono. (Véase https://rb.gy/gbonwdhttps://rb.gy/ydbkp8 y https://rb.gy/vmusi9).  

La crisis sanitaria actual ha llevado a rediseñar en los edificios de oficinas y de viviendas los distintos espacios de habitación y trabajo. Conviene ahora que el diseño incluya necesariamente la obligatoriedad de la reducción de la huella de carbono en escuelas, colegios y universidades. En estos espacios se deben formar a los alumnos para que cada uno establezca su propia huella de carbono y que aprendan los valores ambientales que contribuyan a mitigar el cambio climático y los perturbadores efectos sobre la vida que se causan con los gases de efecto de invernadero. 

Por esta y otras razones ya reiteradas a lo largo y ancho del mundo, las condiciones de habitabilidad de las instituciones educativas deben tener en cuenta, entre otros factores, la huella digital que en ellas genera. Cada estudiante y cada miembro de la institución verificará con regularidad su propia huella de carbono. No puede ocurrir que se intente formar en el cuidado del planeta, en mitigar los impactos del calentamiento global, si los ambientes escolares son contrarios al proceso formativo del cuidado del planeta y del conocimiento claro de todas aquellas variables humanas y la multiplicidad de acciones antrópicas que afectan la calidad de vida de todos en el planeta.