3 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

¿Oportunismo o verdad?

Por Claudia Posada

Entre los tantos razonamientos o juicios que hacemos por estos días de la pandemia mundial, verdades y mentiras se mezclan y amalgaman peligrosamente.

El confinamiento potencia temores, sentimientos, rabias, incertidumbres y emociones; necesitamos como nunca apaciguar la mente porque la avalancha de información nos agobia.

Dada la facilidad para acceder a las redes sociales, y el tiempo “de ocio” que  nos queda a una inmensa mayoría respetuosa de las medidas necesarias por la emergencia sanitaria, consumimos contenidos sin discriminación perdiendo la capacidad de ser selectivos.

Por la grave situación pandémica estamos naturalmente confundidos, así que entre memes, videos, audios, legitimadores ficticios y montajes perturbadores, el sentido común y hasta el sentido del humor sucumben.

Hacemos conjeturas relacionadas con el ámbito social, médico, matemático, moral, ético y político, algunas lógicas y otras  absurdas. Como todos asumimos esta realidad de distinta manera,  según lo que sabemos, creemos o ignoramos, entonces el sentido de las responsabilidades también se pierde.

Si cuando las llamadas pestes ocurridas en el pasado, se carecía de información, ahora estamos sobre informados -o mal informados-. Desde los entes gubernamentales y entidades oficiales hacen todo lo posible por mantenernos, oportunamente, al tanto de lo que es menester saber; sin embargo, en el camino que recorren los contenidos para llegar al ciudadano, puede darse distorsión del mensaje o su objetivo,  manipulados con toda la mala intención para exacerbar las mentes.

Lo estamos viendo ahora. ¡Y qué difícil comprender hasta dónde es un vil oportunismo, o qué tanto de verdad hay!

Entre tantos ejemplos que ilustran esta otra “pandemia”, tomemos el asunto de los contratos recientes originados en la Administración Municipal de Medellín.

Apenas empezando a poner en práctica su estilo claramente distinto de un gobierno local, al alcalde Daniel Quintero le toca enfrentarse con una situación nunca imaginada.

Empecemos por decir que su gabinete está compuesto en su mayoría por profesionales sin duda muy preparados académicamente, y algunos con relativo recorrido en el sector oficial. Ninguno de ellos,  ni el alcalde ni alguno de los funcionarios de su más estrecho entorno –aquí no se incluyen directivos de institutos descentralizados o con autonomía presupuestal-  entró a despachar con mala reputación; se dijo en campaña a la opinión pública, por parte de contarios, que observáramos, antes de votar, inconvenientes tales como que el candidato, hoy alcalde, no era coherente en su trasegar ideológico porque  cambió drásticamente de jefes políticos y de partidos (todos lo hacen); al igual que insistieron en relacionarlo con  el comunismo y “peligrosa izquierda”; argumentos que obviamente no se atendieron pues el deseo de una figura nueva y supuestamente independiente, pudo más que el miedo que se quiso infundir.

Pero ahora no se cuestiona al alcalde Quintero ideología sino honradez. Así las cosas son de otro tamaño. Tenemos la sensibilidad al tope, queremos ser solidarios, nos duele la situación de conocidos y desconocidos, nos preocupa que el tiempo sigue corriendo y el virus sigue expandiéndose entre nosotros; tenemos amaneceres esperanzadores gracias a buenas noticias en materia de investigación, al igual que  por aportes que nacen de iniciativas técnicas y tecnológicas que mucho nos animan.

Pero de pronto, nos derrumban con información noticiosa francamente irritante: Contratos millonarios respaldados en la urgencia de responder a las necesidades dadas por las crisis actuales, diligenciados presumiblemente sin el lleno de requisitos, e inexplicables a la luz de lo que se debería exigir para otorgarlos. Y se están mostrando pruebas.

¿Qué está pasando en la Administración Municipal de Medellín? Toda respuesta a esta presumible irregularidad, serán conjeturas que como ciudadanos no nos es fácil esclarecer.

A tal punto nos ronda ya la desconfianza, que  si antes dudábamos de la clase política, considerando que siempre ha habido entre ellos, en todos los niveles, inmorales y corruptos haciendo de las suyas, ahora, tristemente, la poca credibilidad que nos quedaba con respecto al  manejo de los recursos públicos, se fue al piso.

Adentro, en cada unidad de gestión, procesos, revisión, en fin, en toda dependencia municipal que de alguna manera tenga que ver en los asuntos cuestionados,  hay funcionarios -desde el más alto nivel hasta el de menor rango que haya intervenido en razón de sus funciones- que procedieron por competencia, por asesoría solicitada o por órdenes recibidas.

Si en los mencionados contratos hubo deshonestidad, afuera y adentro están los corruptos. Allá ellos cómo actuaron y qué tienen en sus conciencias, que se ocupen del asunto las instancias correspondientes, las mismas que tantas veces también han sido cuestionadas. Nosotros, protejamos a nuestros seres queridos, cuidémonos, seamos solidarios desde las posibilidades individuales, familiares, profesionales o grupales, como es el caso de las universidades, las organizaciones de trabajo voluntario por el rescate de los animales, y muchas empresas privadas.

Cobijados en la certeza de que la generosidad  y la honradez hacen parte del  equilibrio humano bajo cualquier circunstancia, entendámoslo esta vez como obligaciones del Estado, gobernantes y ciudadanos.