8 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Los sadlings seguidos por muchos humanos se han robado la alegría en las escuelas

Por Enrique E. Batista J., Ph. D. 

https://paideianueva.blogspot.com/

Desde un bizarro mundo, en otro universo distinto al nuestro, llegaron, atravesando fronteras de más de seis dimensiones, odiosos y envidiosos sadlings que en su aburrido y decaído universo carecían de alegría, la cual abundaba en la Tierra en las escuelas, entre tantos y tantos niños felices. Dice la leyenda que pasaron por este planeta y se robaron la alegría que tanta falta les hacía. Desde entonces las escuelas nuestras carecen de alegría, son penosamente aburridas.

Las escuelas están triste, muy triste y así lo están sus habitantes: maestros, alumnos, directivos escolares, padres de familia y, desde fuera, la sociedad en general, los sectores productivos y la complicidad pasiva de muchos gobernantes ajenos a los oficios y vicios de los entristecidos modelos educativos. No fue el reciente flagelo sanitario mundial el culpable; fueron los sadlings y la mala leche que dejaron entre muchos aquí.

La pasiva sociedad, contaminada por los sadlings en su paso por la Tierra, también perdió la alegría e incrementó la astenia, el desaliento y el deseo de hacer algo para remediar tan horrible mal. Con respecto a la educación, además de tristeza, la sociedad sufre frente a ella un mal de rigidez catatónica.

Algunos, con sensibilidad social que se les reconoce, han pretendido cambios, los cuales se han quedado en lo superficial. Propuestas bien intencionadas, pero formuladas sobre las mismas bases de arenas movedizas en la que se estremece y hunde, aparentemente sin remedio a la vista, la muy añeja e impropia escuela. Han sido sugerencias puntuales para remozar, con apariencia inicial de transformación y hasta de revolución, pero los frágiles cimientos muy rápido han mostrado fisuras y hundimientos acelerados. Las estructuras de gobierno en todas partes padecen del mismo mal, abulia, desinterés y carencia de voluntad, esos males que dejaron los sadlings.

Los gobiernos, igual de apáticos e impotentes, son entes en exceso rígidos, centrados en volúmenes de normatividad insulsa, con poder para controlar más que para innovar; sostienen así las estructuras que avalan, en burocrática complicidad, la vigencia de la escuela triste, muy triste. No les importa a muchos gobernantes que sucesivas misiones de sabios en los más diversos campos elaboren recomendaciones para entronizar la alegría de aprender y acrecentar el corazón gozoso de los niños.

La tristeza acendrada de las escuelas no se supera con meros y lujosos proyectos inmobiliarios o con los denominados megacolegios, porque sin la riqueza interior para facilitar ambientes múltiples interactivos, sanos y seguros que faciliten aprender con alegría, se seguirán construyendo ya no ambientes de simple tristeza sino de megatristezas.

No hay agua potable, ¡qué tristeza!; aulas con mucho calor y con techo de eternit, hay goteras, baños no higiénicos, edificio derruido y arruinado, no hay medios educativos, no hay Internet, mobiliario impropio, no hay energía, no hay compromiso social ni gubernamental con maestros y escuelas, no hay…: ¡Qué tristeza, nuestras escuelas tan abandonadas!

En cierto modo, tienen razón quienes afirman que tenemos una escuela con cuerpo y espíritu triste, escuela cariacontecida que no permitirá que aprender y crecer sea una realidad más allá del simple deseo y de quiméricas promesas. Crecer y aprender con el gozo y la alegría natural de ellos, las que hurtaron los sadlings y reprodujeron con poder maléfico de herencia, parece que, por siempre, los adultos y sus gobernantes. 

La superación de la aflicción y pesadumbre de las escuelas y los escolares se puede alcanzar con la sustitución disruptiva de la muy bien reconocida crisis de los modelos educativos en todo el mundo.  Bien sabemos, y reiteradamente se ha dicho, que es difícil cambiar la orientación de las escuelas y aceptar con convicción y firme decisión que se requiere una intensa y profunda transformación de la misma con una nueva cara, la cara de júbilo, felicidad y entusiasmo para aprender.  Transformación que no se asoma, pero que se puede prever y que seguramente con los desarrollos y cambios que observamos hoy en el mundo, la escuela puede ser y será diferente, muy diferente de la actual que al concretarse será muy difícil de reconocer, ya que, lejos del robo de los sadlings, ella será alegre y sólida para el bien de cada educando, sus padres, los maestros y la sociedad toda.

Será una escuela de alegría  y para la alegría de aprender, crecer y gozar y, como se ha dicho, para recordar aquel texto escolar que bien se tituló «La alegría de leer», la que se convertirá en la alegría de estudiar, la alegría de aprender, la alegría de progresar, la alegría de ser una persona feliz, la alegría de amar y de ser solidario para, al fin, dejar atrás la triste escuela, la que tanta crítica recibe y muy poco de esfuerzo colectivo se hace para que ella sea el recurso social más importante y crucial  para el progreso y satisfacción colectiva. 

El arrojo y convicción para superar la depresión que se sufre en las tristes escuelas llevará a la creación y consolidación de nuevos (así, en plural) modelos escolares. Será una escuela viva, muy cercana al corazón y al intelecto de los estudiantes, lejos de las abyectas condiciones que han llevado a la catástrofe inconmensurable e intolerable de la tristeza escolar. 

La sabiduría será una marca indeleble en los nuevos modelos educativos que configuren la nueva escuela, la escuela que derrote la inacción frente a lo ya muy caduco, el pesimismo, la violencia, la exclusión, la negación de los derechos fundamentales de cada persona. Una escuela que gane credibilidad, respeto y valía para sus habitantes y también para la sociedad en general. La escuela viviente (la living school), llena, rebosante y robosadora de alegría. 

Será una escuela que, con su propia comunidad alegre, promoverá entre los alumnos un proceso continuo de formación para una vida alegre y una sociedad donde la solidaridad y la felicidad se construyan desde la alegría de vivir y convivir, de crecer, de saber, de soñar sueños de éxito y progreso, y también de disfrutar el sonido del viento e indagarle por su errabundo destino.

Una escuela para la alegría del descubrimiento, de la dicha de saber y saber compartir, de vivir en paz y armonía con la naturaleza, de ser un consumidor inteligente, de tener autonomía cognitiva, política y moral, de vivir y apreciar el arte y las   distintas manifestaciones de la cultura, el goce, la protección y cuidado de los bienes públicos y de los patrimonios culturales, arquitectónicos y naturales. Una escuela para la sana convivencia, una escuela con la alegría para apreciar la multiculturalidad, la biodiversidad y las aguas. La alegría de ser parte de una humanidad globalizada alrededor del bien común, alegría de formarse y crecer en una cultura de la legalidad y contraria a toda forma de conducta punible que atraque al erario, alegría de aprender a ser un ciudadano formado en sus derechos y también deberes, formado para promover la expedición de leyes justas y con el conocimiento para hacer uso de los recursos del Estado Social de Derecho para oponerse o lograr modificar las injustas.

Será la escuela  de la alegría para formar en el cumplimiento de los derechos inalienables de todos, la alegría de saber cuidar la salud propia, la de los demás y del planeta, de disfrutar la música y otras expresiones culturales propias y de otras etnias o comunidades, la alegría de amar y proteger a su patria, la alegría de no ser abusado, excluido, maltratado, discriminado o ignorado en sus necesidades de afecto y  en la  obligada satisfacción de las necesidades básicas, alegría de ser capaz de reconocer su identidad cultural en su lengua madre.

Por encima del muy dañino mal traído por los sadlings predominará la alegría de saber la valía de las ciencias, las artes y las tecnologías para el bienestar humano, así como sus limitaciones y riesgos éticos en sus usos, la alegría de experimentar sanas emociones, la dicha de alcanzar madurez emocional, de pensar y actuar inteligentemente, la dicha de conocer y asignar valía a la historia de su comunidad y sobre cómo se ha constituido la nacionalidad, la alegría de reconocer sus más cálidos sentimientos y de su capacidad para construir empatía con los demás, la alegría de saber que en momentos difíciles tiene recursos  yoicos, autoestima y seguridad en sí mismo con los que fundamentar su actuar para superarlos.

Los sadlings, ignorantes de los desastres hechos y de los males causados a las escuelas y a los niños, podrán regresar y llevarse consigo toda la alegría que deseen, porque con la nueva escuela los niños tendrán alegría de sobra.